Reflexiones desde Rectoría: Reinventarnos en la pospandemia

Ríos de tinta han corrido en el mundo para hablar de la pandemia provocada por el covid-19 y sus nefastos efectos en todos los continentes y países del mundo. Cada una de las consecuencias irremediables que ha dejado esta tragedia de la humanidad, sigue cobrando su cuenta y así se mantendrá por varios años. Nada podrá devolvernos a los seres queridos que se nos fueron para siempre, ni resarcir los sufrimientos acumulados por muchos al perder sus trabajos, sus emprendimientos, al ver quebrar sus empresas y al presenciar el colapso inesperado de la sociedad.

Pero la vida sigue y retornar a la normalidad es un imperativo. Muchas cosas cambiaron y la universidad no es ajena a esos cambios de rumbo obligados que debemos adoptar. No podemos de manera tozuda seguir administrando una rutina imposible y a veces enfermiza. O cambiamos por decisión propia o el tren de la vida nos va dejar a la vera del camino.

Esa universidad cerrada entre mallas que conocimos, de tiza y tablero, de discurso elocuente o de repetición semestre tras semestre de los mismos conceptos, sin oportunidad de tener apertura a otros nuevos, se acabó. Ahora la vida nos invita y obliga a abrirnos a nuevas alternativas, a nuevos modelos de docencia y a nuevas actitudes como estudiantes. Hacer presencia en los campus universitarios y en sus aulas, deberá ser una experiencia inolvidable de socialización de conocimientos y de intercambio de pensamientos.

Qué paradoja. El encierro y el distanciamiento, terminaron por hacer que los brazos de la universidad se extendieran hasta donde sus posibilidades de infraestructura física no llegan. Hacer presencia en una cátedra abierta y directa desde cualquier lugar, ya es una posibilidad real, gracias a una tecnología de la información y las comunicaciones, que se ha tenido que adaptar a marchas forzadas para suplir la falta de presencialidad en los establecimientos educativos.

Preocupa que aún persistan resistencias al cambio por parte de algunos docentes e incluso discentes, que rehúsan adaptarse a la nueva realidad y prefieren seguir en un sistema tradicional que caducó a causa de la pandemia. ¿Si hemos logrado seguir el camino de la vida sin la presencia de familiares y amigos que perdieron su lucha contra el covid-19, cómo no vamos a ser capaces de asumir el reto de reinventarnos en nuestro qué hacer académico?

No podemos ser convidados de piedra en esta vorágine de cambios que el mundo en todas sus actividades, ha tenido que adaptar. Si el concepto de universidad es el de buscar la verdad a través de la investigación científica y tecnológica y organización social, esto nos obliga a ser dinámicos y receptivos de los cambios previstos e imprevistos. El escritor estadounidense, Ray Bradbury, decía que: “Uno debe reinventarse a sí mismo todos los días y no sentarse a ver cómo el mundo pasa, sin que uno participe.”

Resistirse al cambio es una actitud necia y los necios nunca entienden razones. Por el contrario se dedican a poner palos en la rueda para que el progreso no llegue, mostrando ante todo el temor que ellos mismos le tienen a los cambios. Para ello, se dedican a inventar teorías o a sostener mentiras, que buscan confundir y manipular a los incautos y evitar que ellos se plieguen a la irrefrenable transformación. No se dan cuenta del daño que le hacen a las instituciones y a las futuras generaciones de técnicos, tecnólogos, profesionales, especialistas, magister y doctores, al involucrarlos de manera engañosa en una guerra sin cuartel contra el cambio.

Esta pospandemia nos deja el reto de enfrentarla con las herramientas propias de un mundo moderno. Quedarse atrás es rendirse sin luchar y dejarle todo nuestro destino al azar. El mundo académico debe estar a la vanguardia de la modernización de sus estructuras y prácticas. Si su compromiso es preparar a los futuros líderes de la sociedad, no puede rescindir su responsabilidad viviendo de un pasado que hoy en día es impracticable. El refranero popular dice que: “Un gran error es arruinar el presente, recordando un pasado que ya no tiene futuro.”

Libardo Álvarez Lopera
Rector