Reflexiones desde Rectoría: Tenemos que aprender a respetar para que los demás nos respeten

No me cansaré de insistir en el tema del respeto hacia los demás, porque en él se fundamenta la paz. Si todos somos diferentes, es imposible pretender que pensemos, actuemos y nos comportemos igual. Uniformando el pensamiento humano, solo lograremos condenar a la sociedad a un statu quo que terminará paralizándola. “El respeto es la base del entendimiento entre los seres humanos; tenemos que aprender a respetar para que los demás nos respeten”.

La vida nos enseña que el respeto se gana, la honestidad se aprecia, la confianza se adquiere y la lealtad se devuelve. Nuestros valores están orientados por unos códigos de conducta que no pueden ser negociables, que no se pueden feriar de acuerdo con nuestras propias conveniencias. Muchos que posan de líderes, desconocen olímpicamente que el liderazgo se fundamenta en el respeto a la diversidad y al reconocimiento de los aportes que otros hacen para el crecimiento colectivo.

Quienes quieren imponer sus ideas a la fuerza, con insultos, con manipulaciones arteras de la verdad, terminan haciendo lo contrario de lo que predican. Existen defensores acérrimos de los derechos de los demás, que para lograrlo a cualquier precio, pisotean la honra y el buen nombre de las personas sin inmutarse. Sus palabras solo destilan odio. El periodista y escritor estadounidense, Chuck Palahniuk, afirma que: “cuando no sabemos a quién odiar, nos odiamos a nosotros mismos.”

Para entablar una discusión y poner de manifiesto nuestras diferencias y nuestro inconformismo, no es necesario abatir moralmente a la contraparte o descalificar su altura intelectual. Solo quienes carecen de ideas, apelan a la negación de las cualidades de los demás. No reconocer el valor del otro, nos pone en una posición repugnante de egocentrismo, que solo demuestra la bajeza humana que nos acompaña.

En nuestro medio, muchos apelan a la manipulación de la verdad para manosear a su antojo a las ramas del poder público, en especial la justicia. Con bombos y platillos celebran cuando esa justicia les es favorable, pero cuando los fallos están en contra de sus pretensiones, activan su poder de penetración en la opinión pública para descalificarla, para dejarla arrastrada por el suelo y poner en duda sus decisiones. Qué vergüenza presumir de autoridad moral, cuando los antecedentes hablan de un pasado oscuro, lleno de actuaciones turbias, que nunca tendrán el coraje para reconocerlas. En vez de una hoja de vida decente para mostrar, prefieren esconder el prontuario que han construido a lo largo de su pobre existencia.

Hago un llamado desde la academia para que desde esta perspectiva nos convirtamos en adalides del respeto. Que los verdaderos maestros sean coherentes con la majestad que significa ponerse al frente de un grupo de ciudadanos y asumir la responsabilidad de impartirles conocimientos y visiones reales de la vida, para formar hombres y mujeres con un pensamiento libre y proactivo. Que los gobernantes y profesionales de todas las disciplinas, actuemos con ética y apego a las leyes.

Y que nuestros jóvenes tengan la valentía de exigirle a la sociedad en general, que les entregue las herramientas adecuadas para construir la praxis que posibilite su incursión en ella. Recordemos siempre que mi respeto hacia tu opinión, tus creencias y tu ideología, termina cuando intentas inculcarme tus verdades, sin respetar las mías.

Ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, se ha convertido en una forma de vida de algunos personajes, que apropiándose de un poder mal ejercido, se han entronizado en las esferas del poder. Esos mismos son los que han querido opacar a la fuerza a personas de bien, que con hojas de vida limpias, gestiones transparentes en los sectores público y privado, y coherencia entre el hablar y el actuar, dan ejemplo de dignidad y honorabilidad.

Libardo Álvarez Lopera
Rector