Luciérnaga audiovisual - Revista académica semestral - Número inaugural - Año I - Octubre 2008 - Marzo2009
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La educación, la comunicación y los intereses corporativos

José Miguel Restrepo M.

RESUMEN
En un esquema de educación alternativo, no compulsivo, serían los estudiantes quienes participarían de manera más directa en la construcción de la estrategia educativa en cuanto a sus contenidos y su implementación. Es decir, su condición de receptores, no debería limitarlos en términos de su capacidad para aportar al modelo educativo deseado incluso en las instancias mismas de decisión. Aquí se presenta un paralelo con la realidad de los ciudadanos en el proceso político, y con la de los televidentes en el proceso de estructuración de la programación y la creación de espacios audiovisuales, tareas que generalmente se delegan a instancias de poder lejos del alcance del ciudadano común. Esta realidad hace que la apatía entre niños y jóvenes respecto a los procesos propios de la toma de decisiones en asuntos tales como la comunicación y la educación, y la política misma, sea creciente día a día, adoptando una posición en la que ellos como ciudadanos de segunda clase, se dedican a esperar a que los otros resuelvan sus problemas, sugieran el camino, y les digan lo que es correcto, aceptable.
Palabras claves: educación alternativa, televidentes, espacios audiovisuales.

SUMMARY
In an outline of alternative, non-compulsory education, it would be the students themselves who participate directly in the construction of an educational strategy including content and its implementation. In other words, their condition as recipients should be a limiting factor in terms of their capacity to contribute to the desired educational model, including the very realm of decision making. Here a parallel is presented with the reality of citizens in the political process and with that of TV viewers in the process of structuring programme making and the creation of audiovisual spaces, tasks that are generally delegated to powerful groups far out of reach of the common citizen. This reality means that the apathy among children and youngsters regarding the very process of decision making in areas such as communication and education and politics itself, is growing day by day, as a position is adopted whereby as second-class citizens they simply wait for others to “resolve” their problems, suggest the way and tell them what is right, acceptable.
Keywords: alternative education, TV viewers, audiovisual spaces.

Para los que aspiran a que los actuales modelos de educación puedan contribuir a los cambios deseables en el orden social y ambiental global, y que sueñan con que a través de la academia, hombres y mujeres de distintas sociedades ayuden a sus semejantes a vivir de una manera digna, este ensayo no pretende desalentarlos, tan solo aterrizarlos en medio de un espacio-tiempo en el que la mayoría de la humanidad compite por una migaja de pan, una bolsa de grano, un pedazo de tierra, agua y aire limpios, oportunidades de realización personal, etc.

Sin embargo, como anota David Orr en su ensayo titulado ¿Para que la Educación?, documento en el cual critica el rol jugado por la academia frente a la debacle planetaria actual, el modelo de educación actual atraviesa por una crisis que podría incluso agudizar la precaria situación de la sociedad: “Siendo hoy un día típico en la tierra, perderemos 116 millas cuadradas de bosque húmedo y aparecerán 72 millas cuadradas de desiertos, como resultado del mal manejo humano y la sobrepoblación. Hoy le adicionaremos a la atmósfera más de 2,700 toneladas de clorofluorocarbonos y 15 millones de toneladas de carbono. Esta noche la tierra será un poco más caliente, sus aguas más ácidas y el tejido de la vida estará más desnudo” [1].
Otros autores sugieren incluso que el establecimiento académico debe replantearse en sus doctrinas mismas y en su procura por soluciones exclusivamente técnicas si quiere convertirse en una posibilidad de cambio social efectivo. Dejar atrás su protagonismo y volcarse a la comunicación con el grueso de la población es una reflexión que desde hace tiempo trasnocha a la élite académica en su cotidiano actuar: “¿Cómo puedo dialogar, si me siento participante de un “gheto” de hombres puros, dueños de la verdad y del saber, para quien todos los que están afuera son “esa gente” o son nativos inferiores? ¿Cómo puedo dialogar, si parto de que el pronunciamiento del mundo es tarea de hombres selectos y que la presencia de las masas en la historia es señal de su deterioro que debo evitar? ¿Cómo puedo dialogar si me cierro a la contribución de los otros, que nunca reconozco y hasta me siento ofendido con ella? ¿Cómo puedo dialogar si temo la superación y si, sólo al pensar en ella, sufro y languidezco?” [2].
Hay que aclarar en primer término que deberían existir tantos y variados modelos educativos, atendiendo a la diversidad de conceptos, de personas y de sociedades. Igual, cada modelo educativo debería dar cuenta de las particularidades de un lugar, de un espacio y de un arte que está directamente ligado a un ideario colectivo, como noción de mundo.
Por lo tanto, la neutralidad educativa que algunos pretenden institucionalizar en el mundo entero de manera idílica, más que una noble idea de igualdad, se ha expresado en la escolaridad como una herramienta de manipulación y/o alineación del individuo. "Es posible que lo que hoy se pide a una pedagogía realmente humana y humanizadora es que colabore a que el polifacetismo de la palabra vuelva a instalarse en el mundo y en el corazón del hombre, para que las dimensiones de la paz, de la alegría, y de la misericordia puedan ser concretadas y vividas en medio de la agitación, e incluso, del caos de nuestra sociedad anónima y mecanizada" [3]. Porque si hablamos de individuos, y del deseo de formarlos integralmente a través de la educación, entonces tendría que aceptarse, inevitablemente, como punto de partida, que existen costumbres y valores en cada uno, que estarán en contravía de los otros, por la particularidad del ser que existe en cada individuo al interior de cualquier modelo. Es precisamente esta heterogeneidad pre-existente la que ha pretendido ser anulada por los currículos educativos generalmente aceptados de base eurocentrista.
De otro lado la escuela tradicional se plantea aislada de las realidades y particularidades locales cuando una escuela incluyente no puede ser el lugar en donde la realidad deja de ser, para parecer. La escuela debe incorporar las realidades que a la sociedad aquejan, al igual que aquellas que la ennoblecen y le propician alguna forma de bienestar. Pero en este mundo un tanto caótico, la educación, la televisión y el conjunto de otras inspiradoras ocupaciones humanas tienen que luchar con ese lado oscuro que nos ha hecho ver al mundo como una gran despensa de abarrotes en donde aparentemente todo es susceptible de ser comprado, vendido, dominado.
“En todo el mundo las escuelas son empresas organizadas y concebidas de modo que copian el orden establecido, ya sea que este orden sea llamado revolucionario, conservador o evolucionista (…) En los países pobres la escuela sirve de pretexto para justificar el retraso económico. La mayoría de los habitantes de estas naciones está excluida del acceso a los sistemas modernos de producción y consumo, todavía muy escasos, mas anhela abrirse paso a las actividades económicas a través de la puerta de la escuela. La escuela es el rito de iniciación que conduce a una sociedad orientada al consumo progresivo de servicios cada vez más costosos e intangibles, una sociedad que confía en normas de valor de vigencia mundial, en una planificación en gran escala y a largo plazo, en la obsolescencia continua de sus mercancías basadas en el ethos estructural de mejoras interminables: la conversión constante de nuevas necesidades en demandas específicas para el consumo de satisfactores nuevos. Esta sociedad está probándose a sí misma que no es funcional” [4]. De manera igual pueden ser percibidas las acciones de los medios masivos de comunicación y sectores de la academia superior, promotores del consumo compulsivo, al igual que del exitismo científico y tecnológico.
Hasta este punto, la reflexión que planteo intenta sugerir que el sistema educativo predominante parece haber descendido del cielo, o que por lo menos es el resultado de procesos sociales y culturales distantes, impuestos, y aparece entonces como una estrategia de encasillamiento en un sistema ya “bien” definido, calculado, intencionado. ¿Qué ideas intenta transmitir ese sistema? ¿Bajo qué tipo de valores se mueve? Son interrogantes que rara vez se plantean quienes participan pasivamente de la escolaridad aunque son precisamente estos interrogantes los que arrojarían respuestas en las que el sistema social predominante podría quedar expuesto en sus falencias, y por lo tanto ser objeto de la más dura crítica.
Durante más de un siglo, el énfasis de la educación ha estado enmarcado en la perspectiva productivista, es decir, ha sido vista como facilitadora del acceso al mercado laboral y como base de la transformación del sistema productivo [5] en uno “más eficiente”; este último visto de nuevo desde el ángulo puramente rentístico, es decir, una industria capaz de transformar las relaciones de los sujetos en la sociedad y de estos con la base de recursos naturales en dinero. Más recientemente esta crisis se ha agudizado con la proliferación de la idea de que la educación debe ser en si misma una mercancía y la empresa académica un negocio no sólo rentable sino privado.
Tanto las estrategias publicitarias y de difusión en medios masivos de comunicación como el establecimiento educativo se ocupan por plasmar una idea de los protagonistas “reales” en nuestro sistema social-cultural obedeciendo a categorías claramente visibilizadas: la competencia por sacar la cabeza del pantano, el triunfo de uno (¿el afortunado?) sobre el fracaso del otro (¿el desafortunado?). Sin embargo, tras ese ideario aparentemente inocuo yace una estrategia de homogenización, de pauperización del ingenio, del debilitamiento de las ideas y pensamientos genuinos, del acaparamiento de los bienes colectivos para la ostentación, de la opresión, etc., para reproducir modelos del individuo exitoso que son aprobados y exhibidos frecuentemente a través de medios de comunicación privados y públicos. Esta percepción rentística permea constantemente el proyecto educativo en la mayoría de las sociedades modernas donde los empresarios económicamente exitosos son vistos como un símbolo a ser emulado. Por ejemplo, en el caso de Medellín, según manifestó en comunicación personal Camilo Polanco, asesor de la Secretaría de Educación de Medellín (2008), dicha condición se manifiesta en la adopción de estrategias educativas como la cultura del emprendimiento y la cultura empresarial (Cultura E), por parte de la administración municipal, que en buena parte consiste en la promoción-exhibición de los empresarios exitosos (sólo desde la perspectiva económica y consumista) como individuos a ser imitados, particularmente por los miembros más relegados de la sociedad en las comunas populares de la ciudad. En apariencia estos mensajes pueden parecer inofensivos, pero en el fondo promueven en el individuo comportamientos a-sociales, antisociales e individualistas al extremo.
El establecimiento educativo no sólo promueve de manera creciente la individualidad y el prestigio personal. La escuela, y enmarcada dentro de ella la mayoría de los procesos propios de la escolarización, ha jugado un papel fundamental en la alienación del conocimiento del hombre, en la promoción del letargo ideológico, en la validación de la irreflexibilidad, en la mutilación de la creatividad y la inspiración, etc. En las conversaciones sostenidas con varios pares en distintos niveles durante mi quehacer escolar he encontrado recurrentemente que los argumentos en contra de la participación en la academia están fundados en la apatía que se deriva del ambiente poco creativo propio de la escuela, es decir, la educación bancaria [6], que predomina en los modelos escolares desde kinder hasta el Ph.D. Es tal vez esa parálisis del individuo en su potencial creador cuando se ve constrito por las restricciones de la escuela, supeditadas a la obediencia, la que hace que la mayoría de individuos no les guste asistir a las jornadas escolares, al punto que es necesario inculcar en los menores el hábito de la asistencia clases, incluso apelando a estrategias coercitivas.
Al mismo tiempo, las personas de escasos recursos que participan marginalmente de la escolaridad, a partir de esfuerzos personales y familiares notables, rara vez alcanzan los muy pregonados éxitos que anuncian a mil voces la propaganda estatal y privada a propósito de la educación. Si el individuo ejecuta cuanto se le ordena encontrará que su seguridad es amenazada, en forma constante, por graduados más recientes o por pares de establecimientos educativos privilegiados socio económicamente. Si tiene una actitud crítica frente a la realidad, experimentará un agudo conflicto entre lo que es, como resultado de su certificación escolar, y lo que ambicionaba ser. Sus certezas han desaparecido y no confía tampoco en las de los demás, lo que lo lleva a creer que es imposible cambiar la realidad.
Es necesario abrir la posibilidad de crear nuevos sistemas educativos y medios de comunicación no predeterminados en los que se restauren las prácticas del ejercicio creador en educación, de manera que sea allí en donde se ayude a replantear los valores existentes en nuestra sociedad. En la sociedad contemporánea, los niños y los jóvenes son quienes permanecen expuestos a la influencia de estos modelos, principalmente a través de la escuela y la TV, por ser estas las fuentes de transmisión más comunes y más ligadas a los procesos de construcción del consenso en las masas mediante la información parcializada [7].
En el sistema educativo imperante, generalmente se ven reflejados muchos de estos aspectos tanto en los contenidos curriculares como en las metodologías de enseñanza empleadas. El modelo educativo, fundamenta la adquisición de conocimientos como un instrumento para triunfar en el mercado laboral y económico. Esto se ve claramente con la creciente demanda que tienen en el momento las carreras técnicas que aseguran “salidas laborales”, lo que contrasta con las carreras que a través de las letras, las artes y la investigación social promueven actitudes críticas y de pensamiento integral sobre el mundo actual. No es la escuela la primera institución utilizada para convertir el conocimiento en poder, pero, en gran medida, la escuela pública es la que ha explotado, con éxito, la idea del consumo de conocimientos como medio para llegar al uso de privilegios y de poder en el seno de una sociedad en la que tal función coincide con las aspiraciones legítimas de aquellos miembros de la clase media baja para los que la escuela provee acceso a las carreras profesionales [8]. Padres, maestros, realizadores audiovisuales, académicos, van conduciendo el proceso educativo, bajo el canon de formar profesionales, ambiciosos y competitivos, con un sentido precario de la solidaridad, con una clara visión rentística de la sociedad y productores de grandes utilidades. Se premia así, al más diligente de acuerdo a los estudios propuestos, mientras que los centros educativos y los canales de TV reciben ayudas y dádivas en función de dar continuidad al modelo elegido y promocionado, lo que se convierte finalmente en una competencia canibalesca por el éxito individual.
Estos modelos directamente influenciados por las estructuras de poder (político, económico, etc.), van creando en niños y jóvenes un estado de independencia egoísta o soledad avara, en la que se privilegia el aprovechamiento descarado de los otros y el auto elogio. Estados estos del individuo que impiden desarrollar la empatía necesaria hacia el entorno y hacia el otro, y peor aún hacia quienes los acompañan en la lucha solitaria de una deficiente construcción social justificada en la arbitrariedad, el abuso y la dominación.
Existen varias formas mediante las cuales tanto individuos como organizaciones son influenciados por el estado y los intereses corporativos supraestatales para moldear las agendas sociales del conocimiento, y por lo tanto, de la creencia popular [9]. Los medios masivos de comunicación al servicio del libre mercado conducen inevitablemente a la normatividad y a la parcialidad tanto en las estrategias de comunicación como de educación. Así, el gobierno y los gigantes corporativos ejercen control sobre lo que leemos, vemos y escuchamos, tanto a nivel recreativo como académico.
Durante el quehacer escolar tradicional los niños aprenden, gracias al currículo oculto [10], que el conocimiento lucrativo es resultado de la enseñanza institucionalizada y que los títulos socialmente reconocidos resultan del rango que se ocupa en el proceso burocrático. Así, el currículo oculto transforma el currículo visible en una mercancía y hace de su adquisición la forma de riqueza más segura. Los certificados que amparan conocimientos ¬a diferencia de los títulos de propiedad, las acciones corporativas o las herencias¬ se encuentran libres de riesgo: resisten súbitos cambios de fortuna y se convierten en privilegio garantizado [11].
Otro asunto importante dentro de la empresa educativa lo constituye el uso aberrado de conceptos erigidos como baluartes del estado social de derecho actual, fórmulas exclusivistas de la educación en la escuela y los medios. La libertad por ejemplo, dentro del establecimiento educativo, ha sido más vapuleada incluso que conceptos como el amor o Dios en el establecimiento religioso. En nuestra sociedad jerarquizada, con frecuencia de manera arbitraria e incluso antinatural, las decisiones de unos se imponen a los otros sin ninguna contemplación, incluyendo la valoración de conceptos ético morales que entran a hacer parte de la arquitectura misma de la estrategia educativa. Las leyes son establecidas por minorías que no conocen, ni se preocupan por las necesidades de la mayoría. Se plantea el asunto del dominio en términos de patrones y empleados, empleados públicos sobre ciudadanos, jueces sobre delincuentes, machos sobre hembras, patriarcas sobre retoños, educadores sobre educandos.
En la educación se reproduce esta práctica social, convirtiendo al niño y al joven en un recipiente vacío en el cual la escuela y los medios de comunicación de masas vierten todo su contenido, aplastando de esta manera las oportunidades que los receptores tienen de interpelar con nuevas ideas y conocimientos todo aquello que los “siempremisores” consideran que deben impartir durante el proceso de formación. Durante la inserción del sujeto a la vida escolar y a lo largo de esta, rara vez hay una valoración del conocimiento pre-existente en el educando, de su saber engendrado de la exposición a la vida misma, de su inspiración, de su inclinación particular hacia uno u otro campo del conocimiento, de las artes, etc. Esta tendencia del educador está además amparada en la rigidez de los currículos, generalmente euro centristas, que, como anotaba antes, son herramientas de la homogenización, pre-concebidas de acuerdo a los intereses del estado, o mas recientemente de las democracias corporativas [12] y que asumen al educando como una víctima de la ignorancia, sanable en tanto sea expuesta a los ritos de la escuela. “Creer en el pueblo es la condición previa, indispensable para el cambio revolucionario. Un humanista se reconoce más por esta creencia en el pueblo, que lo compromete, que por mil acciones sin ella ... Llamarse comprometido con la liberación y no ser capaz de comulgar con el pueblo, a quien se considera absolutamente ignorante, es un doloroso equívoco” [13].
La niñez, gravemente, es asumida como una etapa en la que no existe la capacidad de reflexión, acción propia de las personas mayores. Se considera a los pequeños como “casi personas”, seres al cuidado y tutoría de los adultos en proceso de convertirse en auténticos seres humanos maduros, formados y reflexivos, a partir del llenado de conocimientos que proporciona la escolaridad. Este anacrónico pensamiento no considera que es en la niñez la etapa durante la cual se forma la mayor parte de nuestra personalidad, una etapa privilegiada en términos de la creatividad, la versatilidad psicomotriz y psicolingüística, etc. al igual que el periodo durante el que más fácilmente se incuban tanto los traumas y predisposiciones que nos acompañaran por el resto de la vida como marcas indelebles del ser. La infancia y la juventud, intervalo durante el cual se desarrolla la mayoría de nuestra actividad escolar, debería ser considerada como etapa de gran valor en la perspectiva de promover el desarrollo integral del individuo. Las necesidades, ambiciones, sueños, idearios del educando deberían ser atendidos desde todas las propuestas educativas como realidades diversas para quienes las vivirán en el ámbito escolar.
La educación debería ayudar a situar a los jóvenes a la altura de su tiempo, formar personalidades capaces de orientarse con versatilidad, lucida y críticamente dentro de su mundo, no dentro de un único mundo, debería proporcionarle a quienes aprenden todos los medios necesarios para que se comprendan a si mismos y el mundo en que viven, para usar sus energías de manera constructiva y con la mayor dosis de creatividad para avanzar en la tarea de organizar la sociedad [14].
La asimilación de un sistema político basado en la delegación de poderes hacia instancias superiores que se van conformando en jerarquías de jerarquías se reproduce de manera patética en la propia escuela, creando una estructura de pirámide en la que el piso más inferior lo ocupan los estudiantes, a quienes comúnmente no se les tiene en cuenta en lo que respecta a la toma de decisiones en torno a su propia educación. “Para dominar, el dominador no tiene otro camino sino negar a las masas populares la verdadera praxis. Negarles el derecho de decir su palabra, de pensar con acierto” [15].
En un esquema de educación alternativo, no compulsivo, serían los estudiantes quienes participarían de manera más directa en la construcción de la estrategia educativa en cuanto a sus contenidos y su implementación. Es decir, su condición de receptores, no debería limitarlos en términos de su capacidad para aportar al modelo educativo deseado incluso en las instancias mismas de decisión. Aquí se presenta un paralelo con la realidad de los ciudadanos en el proceso político, y con la de los televidentes en el proceso de estructuración de la programación y la creación de espacios audiovisuales, tareas que generalmente se delegan a instancias de poder lejos del alcance del ciudadano común. Esta realidad hace que la apatía entre niños y jóvenes respecto a los procesos propios de la toma de decisiones en asuntos tales como la comunicación y la educación, y la política misma, sea creciente día a día, adoptando una posición en la que ellos como ciudadanos de segunda clase, se dedican a esperar a que los otros “resuelvan” sus problemas, sugieran el camino, y les digan lo que es correcto, aceptable. Respecto a este asunto Illich anota: “Nuestra tabla actual para medir la “habilidad general”, la competencia y la confiabilidad para un desempeño cualquiera, ha sido calibrada por la tolerancia a altas dosis de escolaridad. Ha sido establecida por los maestros y aceptada por la mayoría como racional y benéfica” [16]. En una sociedad en la que los títulos académicos dominan el espectro educativo tendemos a olvidar que el mejor maestro de un oficio es, por lo general, quien lo ejerce de manera activa. Así, los maestros de carrera monopolizan la iniciación de los alumnos en todos los campos del conocimiento y descalifican todo tipo de enseñanza no certificada dentro de la comunidad. Es importante proporcionar los incentivos para que el conocimiento práctico de los oficios sea parte esencial de la escuela. Es decir, el educando necesita tener acceso a las personas que pueden enseñarle los secretos de sus actividades o los rudimentos de sus oficios.
Del marasmo social, supuestamente, sólo se salvan los que lleguen a la cima a través de su superación personal bajo las leyes de destacarse en lo académico para recibir los premios que el sistema guarda a los vencedores. Reproduciendo el estado actual de continuar en pro de un camino trazado de buenos currículos que abren puertas a una vida social más prospera, ligada a un buen estatus económico y social que se traduce en el bienestar artificial en condominios y unidades “encerradas”, clubes privados, universidades prestigiosas, etc. todos centros del ejercicio mismo de poder alejados de la problemática social de un sistema que, al tiempo que premia y otorga a las minorías, excluye y condena a las masas. La ciencia misma, y con ella la tecnología, ha caído en esta tendencia excluyente y se perpetuará a si misma en el misterio si sus logros continúan pasando a engrosar la tecnología al servicio de los profesionales. Si la ciencia fuera en cambio utilizada para hacer posible una sociedad donde cada hombre pudiera disfrutar de alojamiento, servicios médicos, educación, y diversiones, es posible que los científicos trataran con mayor empeño de traducir los descubrimientos, hechos en un lenguaje críptico, al lenguaje de la vida cotidiana.
La pregunta ¿Después de desescolarizar qué? tantas veces formulada a la propuesta de Illich plantea un asunto crucial, esto es, la solución a la crisis del sistema educativo no es simple. Igual de difícil resulta el abordaje de los asuntos relativos a los medios de comunicación y su papel como herramienta insustituible para la transmisión y el desarrollo del conocimiento, para aprender el mundo, para construir la creencia popular. La educación y la comunicación social plantean pues un problema societalmente trascendental y a la vez complejo.
Pienso que es necesario avanzar en el desarrollo de propuestas de educación realmente alternativas, es decir, más incluyentes, apoyadas en la iniciativa del individuo o de los individuos atendiendo a las peculiaridades propias de cada colectividad y que acojan como principio fundamental el hecho de que todos somos creativos y que el proceso de aprendizaje en si mismo no sólo es un bien colectivo importante sino que puede estar marcado por el placer de explorar y aprehender el mundo desde aproximaciones muy diversas tales como el arte, las ciencias sociales, las ciencias físicas y/o exactas, etc.
La enseñanza en medios de comunicación, particularmente en producción realización independiente, ofrece grandes posibilidades si se tiene en cuenta que se abordan simultáneamente los problemas propios de educación y comunicación, asuntos que con frecuencia se hace difícil desligar. Desde esta perspectiva creo que es posible consolidar propuestas metodológicas para la educación en producción-realización de televisión y cine independientes que se funden en prácticas de investigación-acción-participación y no necesariamente en la transmisión compulsiva sobre aspectos teórico-prácticos que con frecuencia obliga el cumplimiento de guías curriculares rígidas, pre-establecidas.
En el trabajo documental que hasta he implementado en mi trabajo como investigador-docente-ciudadano he privilegiado la aproximación pedagógica investigación-acción-participación mediante la cual el individuo o grupos de individuos aprenden a apropiarse los medios de comunicación, en mi caso particular la televisión y el cine, a partir de una intención personal o colectiva que lleva a una acción de exploración-investigación con la herramienta (donde la herramienta per se no es el centro) y que demanda un conocimiento creciente en los rudimentos propios del arte de filmar y pensar lo que se filma.
De nuevo, las propuestas educativas en general y en comunicación deben estar enmarcadas dentro de principios fundamentales tales como la creatividad, la responsabilidad y el compromiso social, y la investigación-acción-participación. Respecto a esta última, existe una metodología de investigación tradicional apropiada por la gente de la ciencias naturales y sociales en la que se define un problema o pregunta y quienes investigan, generalmente agentes externos al grupo social en donde la investigación se desarrolla, resuelven el problema, encuentran unas cifras, escriben un reporte en el que a veces proponen soluciones que envían a las agencias gubernamentales locales, digamos el alcalde, quien decreta los mecanismos para resolver el problema inicial. Esta metodología es de naturaleza centralista, gira entorno al investigador, y con frecuencia a las demandas del establecimiento, es tecnocrática, y propia de grupos de “investigadores”, entendida esta como una categoría social específica, bastante encumbrada en las altas esferas de la escolaridad.
En las ciencias sociales, sectores de activismo político en América Latina, promovieron el surgimiento de la propuesta investigación-acción-participación como alternativa no sólo pedagógica sino para la transformación de realidades sociales que rara vez eran producidas por el esquema convencional antes descrito [17]. En este dominio, los problemas o las preguntas de investigación surgen a partir de una interacción muy vital, desde adentro, entre un agente dinamizador, que en la mayoría de los casos sigue siendo un actor de investigación, con una población-comunidad que supuestamente tiene un problema. El investigador no se pone a investigar sino que genera en los investigadores preocupación por la investigación en torno a un asunto y participación no sólo para producir un informe de investigación sino que en la medida en que el investigador y la sociedad local van descubriendo alternativas de acción (a partir de la investigación) las pone a funcionar creando nuevas realidades que generan a su vez nuevas demandas de investigación, nuevas preguntas, forjando una cadena continua de intervención muy autónoma, descentralizada, mucho más eficiente que en el modelo anterior para resolver problemas por parte de comunidades. En este modelo de educación aparece la investigación desde afuera como artefacto en el que el “resultado” puede carecer de significado societal e interesa cada día más como un objeto de intercambio para la venta, la comercialización, el prestigio personal. En el segundo caso se trata de generar unas competencias para el aprendizaje en la perspectiva de transformar una realidad por parte de los actores.
El mismo proceso educativo puede convertirse en un sistema de investigación-acción-participación acogiendo el aprendizaje como parte inevitable del proceso antes descrito, es decir, una nueva fórmula de investigación-aprendizaje-acción-participación de carácter colectivo. El proceso de educación tradicional se caracteriza en cambio por el círculo enseñanza-aprendizaje-enseñanza que a menudo está desvinculado de una realidad objeto de intervención y donde los logros casi siempre se dan a escala individual. El aprendiz, el escolar, el alumno (el que no tiene luz) espera que alguien lo ilumine. Se aprende acumuladamente casi sin actuar sobre ninguna realidad para producir conocedores de escasas realidades hasta cuando se adquiere una edad específica, que en la escuela tradicional puede equivaler al doctor, aunque aún a este nivel, la escolaridad está privilegiando el alumnado, la educación bancaria.
Una propuesta educativa incluyente y significativa en la perspectiva de construir una sociedad más justa (económica, cultural y ambientalmente) debe incorporar los principios de investiga-acción participación, equidad entre quien enseña y quien aprende, apertura hacia la creatividad, y su interés central debe ser la transformación de la realidad por parte no de individuos sino de colectivos. Así, el sujeto de conocimiento no es un individuo “llenable” de información sino una colectividad y en la medida que dicho colectivo aprenda, descubra y actúe sobre la realidad se transforma no sólo esa realidad que se deseaba transformar sino que también cambian los individuos que participan en dicha transformación.
En la educación tradicional la comunicación es parcial, el emisor es activo y el receptor es, por lo general, pasivo, no reemite para modificar al emisor inicial. La comunicación en el primer modelo educativo, el centralista tecnocrático, es muy precaria y con frecuencia inexistente, predomina la transmisión. En el segundo modelo educativo, más participativo e incluyente que el primero, la comunicación no sólo es real sino indispensable; sin una interlocución activa entre el que promueve la investigación (actor estimulador) y los que investigan no hay comunicación, el proceso no avanza. Las herramientas de la comunicación masiva al servicio de la sociedad y al interior de procesos de aprendizaje investigación-acción-participación generan entusiasmo, autorreconocimiento y en un proceso de retroalimentación que aumenta la eficiencia en los procesos comunicativos mismos.
Tanto la educación como algunas de sus hijas (ciencia y tecnología) requieren pues el establecimiento de un nuevo contrato social que permita al pueblo el acceso a la información y a un ámbito de reflexión nutrido, que lleve a nuevos estados de desarrollo social para entender que: Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido; es hacer a cada hombre resumen del hombre viviente hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo para que flote sobre el y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podrá salir a flote; es preparar al hombre para la vida [18].

BIBLIOGRAFÍA
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DUCH, L. La educación y la crisis de la modernidad. Barcelona: Paidós. 1997.
FREIRE, Paulo. Pedagogía del Oprimido. Sao Paulo: Siglo XXI. 2007.
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PARRA, R. Fines de la Educación. Educación y Cultura, No. 10. p. 14-15. 1986.

NOTAS
[1] ORR, David. What is Education For? Six myths about the foundations of modern education, and six new principles to replace them. The Learning Revolution (IC#27), winter 1991, p. 52.
[2] FREIRE, Paulo. Pedagogía del Oprimido. Sao Paulo: Siglo XXI. 2007. p. 246.
[3] DUCH, L. La educación y la crisis de la modernidad. Barcelona: Paidós. 1997, p.143.
[4] ILLICH, I. Un Mundo Sin Escuelas. Disponible en, http://www.foroplanetario.com.ar/docs/Articulos.php?IdArticulo=9. Noviembre de 2001. Consultado 5 de mayo de 2008.
[5] PARRA, R. Fines de la Educación. Educación y Cultura, No. 10. 1986, p. 14-15.
[6] FREIRE, Op. cit.
[7] HERMAN, E.S, y Chomsky, N. Manufacturing Consent. The Political Economy of The Mass Media. N.Y.: Pantheon. 2002. 480 p.
[8] ILLICH, Un Mundo Sin Escuelas, Op, cit.
[9] Fabricando el Consenso: Chomsky y los Medios, Canadá, Wintonick, P & Achbar, M, 1992, 165 Min)
[10] ILLICH, Iván. La Sociedad Desescolarizada. Barcelona: Barral. 1974. 150 p.
[11] Ídem.
[12] Documental The Corporation, Jennifer Abbott 2003.
[13] FREIRE, Op. cit.
[14] DE ROUX, 1986, p. 18-19.
[15] FREIRE, Op. cit.
[16] ILLICH. Un Mundo Sin Escuelas, Op., cit.
[17] FREIRE, Op. cit.
[18] MARTI, J. grafiti ciudad de La Habana.

José Miguel Restrepo Moreno es productor y realizador independiente de videodocumental y argumental. Candidato a Magíster en Educación y Desarrollo Humano. CINDE-Universidad de Manizales.

 

 

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