La mirada crítica a la televisión
Una construcción recíproca entre el emisor y el receptor para una producción co-responsable.
Jhon Fredy Vergara Vélez
RESUMEN
El proyecto «Formación de una teleaudiencia crítica para una producción de televisión co-responsable», se propuso, como objetivo fundamental, la construcción de un Modelo pedagógico participativo, para facilitar e «involucrar» a los jóvenes estudiantes en el proceso comunicativo como interlocutores activos capaces de formular críticamente juicios valorativos sobre los contenidos televisivos mediante el análisis y la comprensión de estos; y de construir una actitud reflexiva frente a sus roles y funciones desde la mirada y la toma de conciencia, que atraviesa distintos ámbitos, desde lo social y cultural, hasta lo político y lo «público».
Palabras claves: audiencias críticas, formación, modelo.
ABSTRACT
The project «Creation of a critical TV audience for a co-responsible television production», proposed as a fundamental objective the construction of a participative educational model to facilitate and «involve» young students in the communication process as active communicators capable of critically formulating value judgments about television content through its analysis and comprehension; as well as constructing a reflective attitude towards its roles and functions from the look and state of consciousness, across different environments, from social and cultural aspects, to political and «public» ones.
Keywords: critical audiences, training, model.
. Se ha reflexionado desde diversas aproximaciones teóricas y esquemas metodológicos de análisis de la comunicación televisiva, una supuesta linealidad vertical en el proceso comunicativo entre el emisor y el receptor, y sobre el lugar desigual que ambos ocupan.
Se ha considerado, de hecho, desde estos supuestos, que el televidente ha estado relegado a una condición de simple receptor de información, incapaz de elaborar juicios críticos con respecto a los contenidos que consume y «absorbe». Y que se ha convertido en consumista compulsivo, —de manera «inconsciente», para algunas de estas corrientes teóricas; «consciente» para otras—, dado el supuesto poder de seducción de la tele, el cual se consolida como «forma de dominación» toda vez que el receptor es incapaz de estar por encima de esta influencia. Para validar lo anterior, se suele presentar como evidencia el hecho de que el telespectador no cambia el canal, no apaga el televisor, y compra lo que se anuncia en él.
Pero el panorama ha cambiado a medida que se ha reevaluado la posición que ocupa el receptor, en términos de producción televisiva, y que se ha ponderado, desde una mirada holística e incluyente, el rol que cumple el televidente, en términos no sólo del consumo, sino de su capacidad de análisis crítico de los contenidos que irradia la pantalla.
Tanto el emisor como el receptor, han venido, cada vez más, asumiendo nuevos roles que les han permitido construir y reconfigurar su posición frente a la producción televisiva y las responsabilidades social, cultural y política, entre otras; y que se vivencia en los contenidos televisivos, y se evidencia en las formas de producción de los mismos.
Un ejemplo de lo anterior lo constituye una experiencia investigativa reciente, titulada «Formación de una teleaudiencia crítica para una producción de televisión co-responsable», auspiciada por la Comisión Nacional de Televisión —CNTV—, y realizada por los grupos de investigación Luciérnaga de la Facultad de Comunicación Audiovisual del Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid y el grupo Urbanitas, de la Fundación Universitaria Luis Amigó —FUNLAM—. Este proyecto procuró establecer un diálogo crítico entre un grupo de jóvenes de undécimo grado del INEM José Félix de Restrepo de la ciudad de Medellín, cuyo rol en este estudio fue el de una teleaudiencia juvenil en proceso de formación en lectura crítica «co-responsable» del servicio de la televisión, en conjunto con el equipo de producción y realización del programa Capicúa de Telemedellín, —para el caso, los emisores—.
Esta interlocución, finalmente, fue la actividad esencial sobre la cual dicho proyecto emplazó sus fundamentos y su razón de ser.
El proyecto se propuso, como objetivo fundamental, la construcción de un Modelo pedagógico participativo, para facilitar e «involucrar» a los jóvenes estudiantes en el proceso comunicativo como interlocutores activos capaces de «recepcionar» y formular críticamente juicios valorativos sobre los contenidos televisivos mediante el análisis y la comprensión de estos; la construcción de una actitud reflexiva frente a sus roles y funciones como productores de la imagen y sus contenidos desde la mirada y la toma de conciencia en la elaboración de un imaginario colectivo que atraviesa distintos ámbitos desde lo social y cultural, hasta lo político y lo «público».
Entonces, participación, interacción y co-responsabilidad, implicarían, de un lado, la visibilidad social de los actores (receptores y emisores), y, en consecuencia, reconocimiento social; y, por otra parte, la visibilidad de su interacción, y en consecuencia, la validez y reconocimiento social de su «acción» [1].
En este orden de ideas, la interlocución entre emisor y receptor se hace visible en la medida en que se genera un proceso de interacción, gracias a la participación conjunta, colectiva y estructurada, bajo criterios incluyentes y democráticos, desde la toma de conciencia e interiorización de sus roles, que cada uno de los actores sociales asume desde su formación y desde su función, con respecto a la televisión.
Para el caso del receptor, su participación es posible visualizarla, no en términos de elaboración técnica, narrativa y conceptual de los programas televisivos, (la cual, por su naturaleza, es propia del emisor), sino en la construcción-modificación de las conductas a partir del consumo de tales contenidos, asumidos con actitud crítica y desde valoraciones reflexivas sobre la función-intención que cumplen. El consumo con actitud crítica de los contenidos televisivos, es, pues, uno de los roles más importantes del receptor crítico, cuya funcionalidad analítica produce cambios observables, evidentes, en la manera como se interpreta la producción televisiva.
Con relación a lo anterior, Marta Lazo, afirma que «el campo de las mediaciones que permite el consumo de las pantallas, suscita un vasto territorio para el juego. Lo visto en la televisión o visitado en Internet son puertas abiertas para la recreación y la parodia. Los niños y jóvenes, en sus conversaciones y acciones recrean los consumos, en sus interacciones completan los significados. Esta recreación supone un paso atrás, crear la mínima distancia con el espectáculo audiovisual, que permita el pensamiento crítico y que posibilite la apropiación del propio consumo». [2]
Tales reflexiones, permiten comprender y valorar la función activa y constante del receptor crítico frente al consumo de contenidos televisivos y, por ende, a la misma producción audiovisual, puesto que las ideas, temas y mensajes elaborados a través de formatos y géneros televisivos, son abstraídos y representados por el receptor en calidad de televidente crítico, en su entorno social inmediato. A través de esta actividad, se produce una interacción crítica entre sujetos que componen núcleos afectivos, (familia, grupo de amigos o de compañeros). La característica socio-afectiva esencial en este tipo de interacción entre sujetos ubicados en la misma «orilla» del proceso comunicativo televisivo, es, necesariamente, la fraternidad.
Como puede verse, esta interlocución crítica entre los receptores, da cuenta tanto de su apropiación de las temáticas televisivas, como de la re-creación de las mismas en la cotidianidad, las cuales posibilitan la construcción de su universo social.
De otro lado, la generación de esta actitud analítica, crítica y reflexiva, entendida como un importante papel y función en el desarrollo de la interlocución con los emisores, (no ya entre receptores), no sólo implica para el receptor una toma de consciencia sobre su conducta y su pensamiento a partir de la decodificación e interpretación de los mensajes y contenidos televisivos, sino también la producción mutua co-responsable entre quienes «producen y transmiten», y quienes «producen y consumen». Esta viene a ser la verdadera concepción de una relación bidireccional, emisor-receptor, que re-significa radicalmente el concepto de lo que convencionalmente se ha llamado la retroalimentación, no solamente pensada en términos de respuestas a estímulos y sensaciones, sino, verdaderamente, de manera democrática y participativa, a través de la interlocución de los actores involucrados en el proceso comunicativo que se construye en la producción televisiva. En esta clase de tejido socio-afectivo (que también lo es), para que sea fuerte y socialmente trascendente, es necesario que no sea «fraterno» (solidario), sino recíproco, en la medida en que ocupan lugares y cumplen roles radicalmente diferentes, pero convergen socialmente en un punto común: el mensaje televisivo.
Martín-Barbero da cuenta del proceso recíproco de ambos interlocutores, afirmando que «en cuanto a estrategias de interacción, esto es, «modos en que se hacen reconocibles y organizan la competencia comunicativa los destinadores y los destinatarios», el estudio de los géneros no puede llevarse a cabo sin replantear la concepción misma que se ha tenido de comunicación. Pues su funcionamiento nos coloca ante el hecho de que la competencia textual, narrativa, no se halla sólo presente, no es condición únicamente de la emisión, sino también de la recepción.» [3]
Desde esta consideración, es posible analizar y valorar, en el campo de la comunicación, la condición bidireccional que plantea el proceso comunicativo televisivo en términos de concepción de ambos interlocutores emisor-receptor.
Concepción que no es gratuita si se piensa en la construcción de un diálogo mutuo, y más aún, en una producción televisiva co-responsable, con introspecciones del papel y la función que cumple cada uno en dicha producción, en plena libertad crítica y valorativa para construir y configurar el sentido de reciprocidad de su relación, y, por ende, una producción efectivamente co-responsable.
De la misma manera que no es posible una buena vida sin educación, no es posible una buena comunicación sin una concepción incluyente y participativa. Ambos actores, en la medida en que sean interlocutores, serían co-constructores de las imágenes y contenidos televisivos, procurando la toma de consciencia, la elaboración de una actitud crítica de sus roles, sus funciones y sus acciones, comprometidos mutuamente en la construcción y el fortalecimiento del tejido social desde la producción de una televisión co-responsable.
NOTAS
[1] Es decir, la trascendencia social de la interlocución sostenida entre emisores y receptores, como auténtica acción social.
[2] LAZO, Marta. La educación para el consumo de pantallas como praxis holística. Capitulo 2. Educación para el consumo en un doble marco: lúdico y social, 2.1 dimensión lúdica. Consultado en, www.ull.es
[*] Integrante del Semillero Educación y Comunicación del Grupo de Investigación Luciérnaga de la Facultad de Comunicación Audiovisual del Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid.