VIII
Descripción de Medellín
en el año de 1870 *
(Escrita por recomendación del Sr. Jefe Municipal para un “Guía del Viajero” que se intentó publicar en Bogotá.)
El alto de Sanmiguel, nudo de una bifurcación de la Cordillera central de los Andes, se desprende, cristalino y apacible, el río Medellín que arrastrándose, ó más bien deslizándose, de Sur á Norte, en aquella parte, forma la cuenca á que pertenece el delicioso valle de Aburrá.
Casi á igual distancia de las dos cordilleras que lo limitan, la de Santa Elena por el Oriente y la del Boquerón por el Occidente, en la confluencia del río y la Quebrada Santa Helena, y en un plano ligeramente inclinado, se ostenta Medellín, cabecera del distrito del mismo nombre, sitio del Obispado y capital del Estado soberano de Antioquia.
Erigido en villa en 1674 y bautizado con el nombre que lleva, por honrar al conde de Medellín, Presidente del Consejo de Indias, está situado á 6°, 8’, 16” de latitud norte y á 1°, 34´, 30” de longitud occidental del meridiano de Bogotá; posee una temperatura media de 21°; y se halla á 1541 metros sobre el nivel del mar.
Lo delicioso de su clima, la abundancia de sus aguas, la feracidad de sus terrenos, la pintoresca belleza de sus campos, la proverbial laboriosidad de sus habitantes y la notable pureza de sus costumbres, hacen de Medellín una de las más agradables ciudades de América del Sur.
Tal vez contribuya para volverla más hermosa á los ojos del viajero que la contempla por primera vez desde el Alto de Santa Elena ó desde el Boquerón, el contraste entre aquel oasis verde, fresco, rumoroso y embalsamado, y la monótona sucesión de colinas salvajes, abruptas y áridas, recorridas ó más bien tomadas por asalto, en caminos tortuosos, desnivelados y húmedos; pero sea de ello lo que fuere, es imposible evitar un estremecimiento de placer ó contener una exclamación de gozo, cuando se contempla, desde alguna de las prominencias, el valle de Medellín al resplandor del crepúsculo de la tarde en un día de diciembre ó á la transparente é indecisa luz de la luna en una noche de verano.
El valle pertenece al número de los llamados por los geólogos valles longitudinales; y las montañas que lo comprenden y protegen, abruptas y caprichosas en lo general, lanzan hacia él contrafuertes que mueren dulcemente bajo el aluvión espeso y fecundo que compone el fondo de la llanura. Estos contrafuertes forman valles transversales que desembocan en el principal y alojan las pequeñas poblaciones que se ven blanquear al sol de la tarde cuando el espectador contempla el valle desde las alturas inmediatas.
Las únicas interrupciones de importancia en aquella superficie casi tersa, son las colinas del Volador en Anápolis y de los Cadavides cerca de Belén; pero éstas, por su forma arredondeada y regular y por la pequeñez de sus dimensiones, embellecen en vez de perturbar tan risueña y poética perspectiva.
El río Medellín, la quebrada Santa Elena y la Palencia, son las aguas de que dispone la ciudad para su aseo; y además, como potables, son conducidas por acueductos extensos y bien construidos, en lo general, las excelentes de Piedras blancas del lado de Oriente, y de la Ladera de el del Norte.
MEDELLÍN ocupa la orilla derecha ú oriental del río en el ángulo superior formado por éste y la Quebrada. Del lado occidental ó izquierdo del río, y en frente de la ciudad, desaguan la Iguaná y la Iguanacita que fertilizan la parte del valle llamada la Otrabanda. En ésta se hallan Anápolis (vulgarmente Ana ó San Ciro), Belén y, más arriba, á la mitad de la vertiente, San Cristóbal, la Beocia del Distrito: pueblos compuestos de una iglesia con su plaza, algunas calles que se cruzan en ángulos más ó menos rectos, alrededor de la plaza, y campos primorosamente cultivados. Es agradable estudiarlos en la caprichosa variedad de sus divisiones y colores: complicado mosaico en que alternan el verde-esmeralda del maíz, el amarillo-paja de la caña de azúcar, el verde-claro y uniforme de las mangas y pastales, el pardo rojizo de la tierra recientemente arada, el móvil tornasol de los cañaverales poblados de livianas veletas; todo separado por hileras de sauces que, á distancia, parecerían á un poeta puntos de admiración brotados de la tierra por la Naturaleza entusiasmada por la contemplación de su propia belleza.
El verde y lozano conjunto está salpicado de quintas ó casas de recreo y sotos ó arboledas plantados con esmero por los ricos y acomodados de la ciudad, que, por temporadas, se retiran con sus familias á gozar de la deliciosa libertad del campo.
Ocupa la banda oriental, además de Medellín La Capilla ó San Blas a una legua de de la capital por el camino de Envigado. El nombre de El Poblado con que se designa este paraje parece confirmar la aserción de haber sido el primer punto señalado para la erección de la ciudad.
Los templos de todos estos pueblos pertenecen á una misma arquitectura: arquitectura indefinible, ó, mejor dicho, inclasificable. Son un salón cuadrangular de una y muy rara vez de tres naves, cubierto por la parte delantera con un paredón que se hace llamar torre y que está compuesto de tres cuerpos: el primero ó inferior con facsímiles de columnas y que contiene la una ó las tres puertas de entrada: el segundo con una ó dos claraboyas para una ó dos campanas, y al fin, en el remate, tres puntas y una cruz; todo de ladrillo… menos ésta y las campanas. El salón se termina por el fondo en un paredón que sirve de apoyo al altar. Este se compone invariablemente de dos cuerpos, y en los nichos de los intercolumnios hay grande abundancia de imágenes de bulto y de retablo; pero no hay ningún cuadro ni efigie que merezca mención especial, al menos honorífica.
En cambio de la pomposidad artística que falta, existen la compostura y el aseo; y sobre todo la profunda y sincera devoción del campesino que sabe creer sin restricciones, obrar bien sin cálculos y rendir con expansiva franqueza su culto á la Divinidad.
Lo que dejamos dicho respecto á las construcciones no se extiende á las reedificaciones recientes, porque los actuales artesanos, merced á su inteligencia y á su laboriosidad, se han refinado y se refinan más y más cada día, en su gusto artístico.
MEDELLÍN debe todo su adelanto material á una plaga cuyo panegírico exigiría gran número de páginas: el insecto llamado comején, átomo animal que destruye la madera reduciéndola á polvo. Tan cierto es que la Vida es el heredero natural de la Muerte.
Lo que el deseo de bienestar, el amor al lujo y el gusto artístico no conseguirían, en materia de construcciones y reedificaciones, lo logra el travieso animálculo de que venimos hablando.
Sería completamente innecesaria una descripción escrita de la ciudad, si poseyéramos y pudiéramos publicar un buen plano topográfico y una vista panorámica; pero si la Corporación Municipal no posee ninguno de estos documentos, no es extraño que nosotros carezcamos de ellos. El mejor modo de definir es mostrar; y en el caso actual, la dosis de imaginación que puede desplegar el escritor será de seguro, y siempre, inferior á la magnitud de su tarea.
MEDELLÍN debe más á la Naturaleza que al Arte; más á Dios que á los hombre. Sus calles son de mediana anchura, empedradas, torcidas en la parte más antigua y rectas en la reciente; de aceras estrechas é interrumpidas y, á estilo español, desaguadas por el medio.
La dominan las dos colinas citadas ya: El Volador en Anápolis y Cadavides entre Medellín y Belén; los morros de las Cruces y Sepulturas al Sudeste y la falda de la Ladera por el Nordeste. Los morros ó montículos de las Cruces y Sepulturas son el término de un largo ramal que se destaca de la cordillera de Santa Elena y que forma hacia el Norte de él la hoya de La Palencia.
La ciudad propiamente dicha se extiende en un plano inclinado, desde el pie de las Cruces hasta el río; es más extensa del Este al Oeste que del Sur al Norte; y en la enumeración que vamos á hacer de las calles, las recorremos primero de Oriente á Occidente (ó de arriba á abajo) y después de Sur á Norte, eso es, especificando, en primer lugar, las calles que se dirigen perpendicularmente al río. Se llama en Medellín calles á lo que lleva en otras capitales la denominación de carreras. La parte más poblada comprende un área cuyas dimensiones son de 1,600 metros por 1,200 próximamente.
CALLES ORIENTADAS DE NORTE Á SUR Ó TRANSVERSALES.
Números pares a la izquierda é impares a la derecha marchando hacia el Norte.
1° CALLE DE GIRARDOT. –La más alta, recientemente abierta, y si concluir en la actualidad. Comienza al Sur en la longitud de Pichincha, atraviesa la Palencia y la Quebrada y termina en el barrio de Chumbimbo en una calle sin nombre.
2° CALLE DE NIQUITAO. –Continuación del antiguo camino de Envigado, se termina al Norte en la calle de Ayacucho por medio de la plazuela de San Francisco. En ésta se hallan el Colegio del Estado, la iglesia de San Francisco y el Parque.
3° CALLE DEL PALO. –Limitada al Sur por la longitudinal de Maturín y al Norte por La Playa, y atraviesa La Palencia por un puente que el transeúnte no percibe ni adivina.
4° CALLE DE SAN FÉLIX. –Termina al Sur en el Camellón de San Juan, y al norte en La Palencia, en su punto de encuentro con la calle de Colombia. Hay fuente pública en su cruzamiento con la Calle de Maturín.
5° CALLE DE CARÚPANO (Vulgarmente Solitaria). –Limitada al Norte por la de Colombia, frente á la Fotografía de Wills y Restrepo, y al Sur por la de Bomboná.
6° CALLE DE ABEJORRAL. –Comprendida entre la de San Juan por el Sur y la de Maturín por el Norte.
7° CALLE DE JUNÍN. –Termina por el Sur en la Calle de Maturín y por el Norte en la plaza de Bolívar (Vulgarmente Villanueva.) Esta plaza, la más espaciosa regular y reciente en un cuadrado de 150 metros de lado, excluyendo el espacio que ocupará la iglesia catedral que se pretende construir. El piso ha sido esmeradamente nivelado y encascajado; y está rodeada de árboles recientemente sembrados. La calle de Junín comprende el puente del mismo nombre, compuesto de un solo arco de forma maciza, sólidamente trabajado, y principio de uno de los más bellos paseos de Medellín (el de La Playa).
8° CALLE DE PALACÉ. –Termina por el Norte en una calle longitudinal anónima que principia en la plaza de Bolívar, y por el Sur en el río de Medellín, si suponemos concluido el pequeño pedazo que falta por abrir en el ancho é igual Camellón de Palacé. Atraviesa la Quebrada en el punto en que existe de madera y existirá de hierro, según se anuncia ó según se propone, el puente de Palacé. En este mismo punto se halla en forma de un grande arco de ladrillo el acueducto que conduce las aguas de la Ladera á algunas casas de la ciudad. Llega también á la Plaza principal costeándola por el Oriente, y de su lado se encuentra la Iglesia catedral, edificio de calicanto y de estilo español. Sólo citaremos de la iglesia su cúpula ó medio limón, su magnífico órgano y el sagrario de plata importado recientemente de Europa: magnífica obra de detalle; pero de forma desagraciada en el conjunto y desprovista de mérito cuando se la contempla de algunos metros de distancia.
Al recorrer esta calle, como acabamos de decirlo, se pasa por la Plaza principal, cuadrilátero circundado de casas de dos pisos, bien construidas y elegantes; no carece de majestad: su piso es igual y empedrado y en el centro se levanta la pila, tazón de bronce que arroja constantemente agua por sus cuatro dragones y por su cima. Se hallan también en esta calle el Convento y la Iglesia del Carmen: edificios que ocupan toda una manzana (esto es una cuadra cuadrada), y que pertenecen al mismo estilo que el Colegio del Estado. En la esquina, encuentro de esta calle y la de Maturín, se levanta, en forma de un simple surtidor, otra fuente pública que reemplaza á la constantemente seca de San Roque.
9° CALLE DE BOLÍVAR. –Por el Norte es uno de los dos caminos que sirven para dirigirse á los pueblos del norte y nordeste del Estado; y al Sur termina, después de cruzar la calle de Maturín, en un impás que no tiene motivo alguno de existencia. Atraviesa la quebrada en el Puente de Bolívar (por otro nombre Puente de arco) que es el más antiguo y más sólido de la ciudad, concluido, según se dice, por don Francisco J. de Caldas, y costea por el lado occidental á la Plaza principal. En esta calle se hallan la Casa de Gobierno y la en que murió el Ilustrísimo señor Juan de la Cruz Gómez Plata.
10° CALLE DE CARABOBO. –Atraviesa la ciudad en toda su anchura y pertenecen á ella dos camellones que llevan el mismo nombre. El de Norte comienza en la Quebrada, se dirige en línea recta y sobre un plano casi perfecto á la Chocolatería del señor Jacobo F. Lince; y en este punto se junta con el camino que partiendo del camellón Bolívar conduce, como lo hemos dicho, al Departamento del Norte. El del Sur que comenzando en la calle de Maturín, se dirige igualmente en línea recta hasta el Puente de Guayaquil, en el río, y el camino para Itagüí y los pueblos del Sur del Estado, es su continuación. En esta calle se encuentran la Casa de Moneda del Estado, el despacho del señor Prefecto del Departamento del Centro, la Casa de Reclusión, la Administración de Correos Nacionales, la Jefatura Municipal, los Juzgados del Distrito, una gallera y la Iglesia de la Vera-Cruz. Este templo es debido á la munificente devoción del señor Peinado que lo hizo construir á sus expensas: su frontis, tallado muy cuidadosamente, es, en sus remates, una serie de pirámides cuadrangulares que se elevan escalonándose y se asemeja, á distancia, á una corpulenta cristalización.
11° CALLE DE CUNDINAMARCA. –Está comprendida entre la Quebrada al Norte y la calle de Pichincha al Sur; de suerte que sólo tiene cinco cuadras de extensión.
12° CALLE DE CÚCUTA. –Comprendida entre la Quebrada y la calle de Maturín al Sur; solo tiene seis cuadras. Hay un surtidor público semejante al del Convento del Carmen, en el encuentro de esta calle con la de Colombia, esto es, en la esquina de San Juan de Dios.
13° CALLE DE TENERIFE. –Comprendida entre la Quebrada por el Norte, y la Calle de Ayacucho por el Sur, sólo tiene tres cuadras de extensión.
14° CALLE DE SALAMINA. –Entre las calles de Boyacá y Colombia: inhabitada, á no ser que lo esté, por el recuerdo la famosa frase que virtió en otros tiempos el magistrado que dio cuenta de su apertura: “las calles de Boyacá y Colombia QUE ESTABAN INCOMUNICADAS LO ESTÁN AHORA por la deSalamina”.
15° CALLE DEL CHUMBIMBO (sin nombre oficial). –Entre La Playa y la Calle de Barbacoas al Norte de la Quebrada.
CALLES ORIENTADAS DE ORIENTE Á OCCIDENTE Ó LONGITUDINALES.
Numeración para por la izquierda, bajando; é impar por la derecha.
1° CAMELLÓN DE SAN JUAN. –Límite meridional de la ciudad, ancha vía que recorre la base del talus llamado “La Barranca”. Es ésta una de las antiguas orillas del río, carcomidas por sus aguas en tiempos muy remotos. La extensión comprendida entre “San Juan” y el cauce actual forma la llanura, un poco cenagosa y malsana, que es llamada en la ciudad “Los Egidos”. El camellón principia en la Calle de Niquitao y termina en un impás, poco después de haber cruzado el camellón Carabobo del Sur.
2° CALLE DE MATURÍN. –Principia también en Niquitao, forma la parte principal del barrio de Guanteros y termina en la Calle transversal de Cúcuta. Tiene tres fuentes públicas: la 1ra. al principiar; la 2da. en su encuentro con la calle de San Félix; y la 3ra. al cruzarse con la de Palacé.
3° CALLE DE BOMBONÁ. –Llamada vulgarmente del Zanjón o de Timbío; principia también en la de Niquitao y después de tres cuadras de transcurso voltea al Sur desembocando en la de Maturín, casi en frente de la de Abejorral.
4° CALLE DE PICHINCHA. –Es la que sirve para comunicar á Medellín con el Cuchillón, que es la falda que lo domina inmediatamente al Oriente, y termina por el Occidente en la de Cúcuta. En ella se hallan la Plazuela de San Francisco, el antiguo convento de los Jesuitas, hoy Seminario Conciliar, la Plazuela de San Roque en que se halla el Colegio de niñas de San José y la Escuela pública de niñas.
5° CALLE DE AYACUCHO. –Principia en la calle Girardot, y termina en el río, casi en frente de la desembocadura de la Iguaná. Hay en ella la fuente pública llamada “El Algibe”, la plazuela é Iglesia de San José, templo principiado por los Jesuitas y sin concluir, la Imprenta la Balcázar, el Coliseo, la Tesorería Municipal, la Casa Municipal que es también el local de la Escuela pública de niños y la Cárcel de Circuito, edificio en que se hallan también las oficinas de los Juzgados del Crimen.
6° CALLE DE COLOMBIA. –Principia por el Oriente en la de San Félix, costea la Plaza principal por el lado meridional, y pasando por el puente de Colombia (vulgarmente, “Puente del río”), forma el camino de Aná y demás pueblos y Departamentos del Occidente del Estado. En ella se hallan la Fotografía, Fundición y ensayes de Wills y Restrepo, la Imprenta de Isidoro Isaza, la Iglesia y el Hospital de San Juan de Dios y el puente de tres estribos que hemos mencionado.
7° CALLE DE BOYACÁ. –Comprendida entre la de Junín y el río; costea por el Norte la Plaza principal. En ella se encuentran el Hotel Medellín, la Administración de Correos del Estado, el Tribunal Superior, los Juzgados del Circuito en lo civil, las Notarías, la Telegrafía, el Colegio de niñas de María, el de la señora Restrepo y la Iglesia de San Benito, muy próxima al río. En esta calle, casa número 30, nació don Manuel Atanasio Girardot que fue bautizado el 9 de mayo de 1791. Tres cuadras más abajo, en la misma calle, nació don Francisco Antonio Zea, el 21 de octubre de 1770.
8° CALLE DE CALIVÍO. –Comprendida entre las de Palacé (cerca del lugar del puente) y Tenerife; se hallan en ella la Imprenta del Estado y el antiguo Consulado de Suecia y Noruega.
9° PASEO LA PLAYA. –Puede ser considerado hoy como continuación de la Calle de Boyacá. Está engalanado por hermosas quintas, y es el principio del camino de Rionegro que por medio del puente de La Toma, comunica las dos bandas de la quebrada y se eleva hasta la cumbre, en un cerrado zigzag.
10°, 11°, 12° Y 13°. Hay en Villanueva, que es el nombre dado á la parte habitada en la banda septentrional de la quebrada, tres calles longitudinales anónimas, y la de Barbacoas que es el límite de la ciudad por aquel lado.
CEMENTERIOS
Hay dos: 1° El llamado Panteón o Cementerio de particulares al Norte de Medellín; edificio circular, en cuyo centro se elevan dos monumentos fúnebres; el del señor Juan Uribe M., de mármol blanco, que representa la Fe, la Esperanza y la Caridad; el del Ilustrísimo Señor Obispo de Antioquia, doctor Juan de la Cruz Gómez Plata; y otros.
2° El llamado de Los pobres al pie del Morro de las Sepulturas, que se reconstruye en grandes dimensiones actualmente.
Esto es lo que actualmente se ve en Medellín, lo que posee; líbrenos Dios de tener qué describir lo que no se vé y lo que le falta.
No hay debajo de sus enlosados las catacumbas de recuerdos santos, tenebrosos ó heroicos de las ciudades que descansan sobre formaciones de rocas de construcción; en vez de ellas hay un laberinto de cañerías que sirven para el curso subterráneo de las aguas limpias y sucias necesarias en el uso doméstico ó provenientes de él.
Poco orden y ninguna economía ha habido en este ramo de Policía. A ninguno se le ha ocurrido aún plantear un amplio sistema de aseo y desecación de la ciudad. Si fuéramos hombres de llevar á cabo construcciones largas, costosas y sostenidas se podría, aprovechando las aguas de La Palencia, construir una ancha galería subterránea que atravesara longitudinalmente la ciudad y sirviera de recipiente único á todas la aguas, valiéndose para ello de comunicaciones transversales. Para esto se necesitaría mucho tiempo, mucho dinero y mucha constancia.
Por fortuna este escrito es sólo una Memoria descriptiva; pues si la pluma tuviera delante de sí el vastísimo campo de todo lo que la civilización y los adelantos modernos podrían regalar á Medellín; si cerrando los ojos del cuerpo nos fuera permitido soltar la rienda á la imaginación, salvando tiempos, hombres, costumbres y lugares, llenaríamos largos volúmenes inspirados por nuestro profundo amor al país y por el vehemente deseo de ver á Medellín ocupar el rango de la primera ciudad de Colombia.
Si nuestra tarea se extendiera también á la indicación de lo que le falta, nos veríamos forzados a hacer listas tan desconsoladoras como la siguiente:
Observatorios………………………………. |
Ninguno |
Vías Férreas………………………………… |
Ninguna |
Fábricas de tejidos………………………. |
Ninguna |
Monumentos públicos………………… |
Ninguno |
Museos…………………………………………. |
Ninguno |
Casinos…………………………………………. |
Ninguno |
Bibliotecas públicas…………………… |
Ninguna |
Coches y carros………………………… |
Ninguno |
Caballos de vapor en actividad…… |
Ninguno |
Teatros……………………………………….. |
Una gallera |
Arsenales……………………………………. |
Ninguno |
Fábricas de productos químicos…… |
Ninguna |
Tintorerías………………………………………. |
Ninguna |
Jabonerías……………………………………… |
Ninguna |
Aparatos para el alumbrado de La ciudad |
Ninguno |
Fábricas de papel………………………… |
Ninguna |
Y así sucesivamente hasta no acabar jamás.
Justo es añadir que cierto género de establecimientos necesario en las grandes ciudades, no existe en Medellín por ser completamente inútil; y esto es un grande honor para la población. Tales son las casas de expósitos y otras de otra clase.
En fin, si al recomendársenos estos apuntamientos que han de formar parte del “Guía de Colombia” se nos hubiera permitido moralizar, divagando un poco sobre las costumbres, el carácter y el modo de ser de nuestra sociedad, la tarea sería más fácil y fecunda en observaciones y consecuencias, y nuestros encomios ó nuestras críticas podrían ser más verdaderamente útiles al viajero á quien conviene más saber la índole moral de las poblaciones que atraviesa.
Entonces hablaríamos de nuestras maneras encogidas y de nuestros hábitos retraídos ó egoístas; del aislamiento de los sexos; de la dificultada de las relaciones, costumbres que, como todo en el mundo, tienen su lado bueno y su lado vituperable. Es muy exacto lo que se ha dicho de la sociedad de Medellín: “para tratar a una mujer es necesario comenzar por casarse con ella”. Es esto bueno –Si; pero á la manera del arsénico que preserva de la corrupción matando la actividad…
Hablaríamos entonces de la vigilancia de todos sobre cada uno, preservándose así al individuo y á las costumbres, por el miedo de la sanción pública que casi siempre es infalible; pero al mismo tiempo impidiendo, matando en su origen ó vituperando indebidamente, relaciones hijas de sentimientos honorables aunque propios para pasto de las lenguas de quienes no saben comprenderlas, acaso porque son incapaces ó indignos de tenerlas.
Podríamos entonces extendernos sobre las predominantes influencias de la riqueza y del clero; sobre el carácter distintivo de las clases sociales; sobre la belleza de ese inimitable tipo moral que se llama la mujer antioqueña; sobre el papel que desempeñan los hijos de sus propias obras; los favorecidos de la inteligencia; sobre la dura situación de la juventud estudiosa para la cual no hay otras carreras de porvenir que las de la Jurisprudencia y la Iglesia; en fin, sobre muchas otras cosas que debemos dejar al criterio de otro hombre y á la habilidad de otra pluma.
* OSORIO GÓMEZ, Jaime. Patrimonio Arquitectónico del Valle del Aburrá. Capítulo: “Centro de Medellín”. Medellín: Fondo Editorial Instituto Tecnológico Metropolitano. 2008. 176 p.