Reflexiones desde Rectoría: Los hechos son más poderosos que las palabras

En este mundo de hoy sirven más las personas que hacen mucho, que las que hablan mucho, máxime si las palabras que expresan solo sirven para ofender y descalificar a los demás, poniendo en marcha oscuras estrategias para alcanzar un propósito. Siempre se ha dicho que mirar los toros desde la barrera es muy fácil. Que asumir el papel de sensor de los demás, es una actitud propia del cobarde, que al amparo de fueros o representatividades impostoras, quiere siempre hablar en nombre de una masa amorfa y hasta inexistente.

El Apóstol Mateo en uno de los pasajes de su Evangelio, dice: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?” Nada más elocuente para referirse a la miseria humana que se esconde entre los dueños de una gran elocuencia para criticar las obras ajenas, con tal de esconder la carencia absoluta de las propias.

No hay nada más falso que presentar una trayectoria de vida a partir de cargos y dignidades que se han ostentado, si no se ha dejado nada tangible. Si la huella de nuestra obra es inexistente, nuestro paso por la vida es inocuo. Cada logro que el ser humano alcanza, es fruto de su valentía para asumir sus responsabilidades sin distingo de quién se pueda beneficiar de ellos. Esa es la inmensa satisfacción de ejercer cargos públicos. La esperanza de la gente, en especial de la que carece de oportunidades para vivir una vida con dignidad, está en las personas que tienen como propósito trabajar sin descanso y alcanzar buenos resultados para beneficio colectivo.

Los seres humanos, dedicados de lleno a hacer y no a criticar lo que hacen los demás, guardamos lealtad con nosotros mismos y con los demás. Tenemos la capacidad de medir las fronteras de nuestros actos, por los beneficios que estos representan para la sociedad, y no por el interés particular, que solo busca el beneficio propio y del entorno, amangualado en sus ambiciones y capaz de pasar por encima de todo y de todos. El refranero popular dice que: “Hay personas que no son leales a ti, son leales a lo que tú tienes o representas, y cuando sus necesidades cambian, así de fácil cambiarán sus lealtades.”

“Las acciones siempre demuestran que las palabras no significan nada”. Agazapados en las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, los que viven una vida miserable, acaban con la honra de los demás difundiendo calumnias, sin que haya un castigo ejemplar por parte de las leyes que nos regulan. Con una irresponsabilidad pasmosa se convierten en jueces de única instancia ante la opinión pública, sin tener altura moral alguna para asumir ese papel. Los hombres y las mujeres de bien, nos hemos convertido en el objetivo favorito de los antisociales de las redes, que sin pudor alguno desatan los más despiadados ataques contra la dignidad humana.

En las sombras quienes nada bueno hacen por la gente, planean sus más infames ataques. No tienen más que mostrar, que su inagotable talento para difamar. Su odio sin límites, que solo destila veneno como ninguna víbora sobre la tierra es capaz, se esparce como el viento y llega sin distingo a todos por igual. ¡Qué vida tan mal vivida!

Como principio de vida hay que seguir luchando por las grandes causas, hay que seguir trabajando para mostrar que somos productivos para beneficio de una sociedad agobiada por las injusticias y las desigualdades. Muchos de los que dicen defender con todo a los más desprotegidos, solo los han instrumentalizado para mantener sus privilegios. Les estorba la presencia de los que hacemos y su objetivo es lograr que dejemos de hacer. “Cuanto más criticas a la gente y cuanto más juzgas cómo se comportan, más pequeño te haces y menos sumas al mundo.”

Libardo Álvarez Lopera
Rector