Reflexiones desde Rectoría: Gratuidad con calidad

La gratuidad en las matrículas para los estudiantes de las instituciones públicas de educación superior, es una significativa conquista de un anhelo colectivo de muchas décadas. Ahora llegó el momento para que esa gratuidad se convierta en una política pública de Estado y no de gobierno, que garantice el libre acceso a programas académicos pertinentes y de calidad. Esa sí es una verdadera revolución para esta sociedad.

Esta política pública deberá primero que todo desmontar la creencia popular de que todo lo regalado sale caro. Gratuidad no puede ser equivalente a falta de calidad o a mediocridad. La educación superior no puede ser una expendedora de títulos al por mayor, sin que para lograrlos, los estudiantes no hayan tenido que esforzarse al máximo, comprobar que accedieron realmente a nuevos conocimientos y que son aptos para asumir responsabilidades fundamentales para el desarrollo del país.

Gratuidad no es graduar por graduar técnicos, tecnólogos y profesionales, para que las estadísticas, que pueden con cualquier análisis, muestren una masificación de estudiantes inscritos. La academia no puede convertirse en una simple alternativa para combatir el ocio o para demostrar que algo se está haciendo por las futuras generaciones. La academia siempre debe ser una opción real del ciudadano para buscar alternativas, y seguir adelante para bien individual y colectivo.

De lo contrario estaríamos acuñando desde las universidades aquel viejo refrán que dice: “lo que nada nos cuesta volvámoslo fiesta”, para aceptar sin reparos una formación académica de mala calidad y con pocas exigencias, simplemente porque es una dádiva que se otorga con los dineros del Estado. Esta es una valiosa oportunidad que se le presenta a la educación superior en Colombia, para que por fin se transformen y perfeccionen todos los procesos, los contenidos y la evaluación objetiva que requieren, para ser competitiva a todos los niveles.

También es necesario que la política pública de gratuidad, implique cambios en la carrera docente, en la consecución de recursos para la infraestructura de las instituciones, en las mejoras a los procesos de investigación y extensión, en la racionalidad de la tramitología, al igual que en la garantía de la autonomía universitaria como principio fundamental de la educación pública superior.

La apuesta a un modelo de educación superior sostenible debe ser decidida y no una alternativa para apaciguar momentáneamente los caldeados ánimos de una juventud, que volcada a las calles, ha manifestado su inconformismo con todo y con todos. Nada se habrá logrado si esto no pasa de ser un rimbombante anuncio de prensa de corto aliento. Si la respuesta desde el tema de la educación no es contundente, la próxima marea vendrá convertida en un tsunami sin control.

A las garras feroces de quienes quieren instrumentalizar a la juventud, debemos responder con soluciones a largo plazo. Por no resolver los problemas fundamentales de este país, por tratar de sanar con inocuos emplastos las profundas heridas del pueblo y por dejar la herencia de los problemas a los próximos gobiernos, hemos dejado acumular una deuda social que cada vez es más impagable.

La Corte Constitucional de Colombia define el derecho fundamental de la educación, como la facultad de gozar de este servicio que reúne cuatro características: disponibilidad, accesibilidad, aceptabilidad y adaptabilidad. Esas condiciones que se aplican a todos los niveles educativos, deben ser respetadas, protegidas y cumplidas por el Estado. Esto quiere decir que las bases jurídicas están ahí para que con voluntad política, se hagan cumplir.

En definitiva, la gratuidad en las matrículas de la educación superior pública, no es un regalo del régimen de turno, es el cumplimiento cabal de una obligación en busca de la equidad. No pregonamos el colapso económico del Estado, defendemos la priorización de las obligaciones, siendo una de ellas, y de las más importantes, la educación con calidad y de fácil acceso. El poeta irlandés William Butler Yeats, decía que: “La educación no consiste en llenar un cántaro sino en encender un fuego.”

Libardo Álvarez Lopera
Rector