Reflexiones desde Rectoría: En donde hay orden hay carácter

El político y orador francés Henri Lacordaine, decía que: “El carácter es la fuerza sorda y constante de la voluntad.” El entorno social y cultural de una persona, influyen definitivamente en la modelación del carácter de cada individuo. Los colombianos hemos vivido a lo largo de nuestra historia una sucesión de episodios que nos han hecho a la mayoría, verdaderos sobrevivientes de un entorno hostil. Nuestros ancestros sí que sabían obrar con carácter a la hora de enfrentar las dificultades.

Pero con el transcurrir del tiempo, parece que esa reciedumbre se ha ido evaporando para crear generaciones poco tolerantes al fracaso, personas con un accionar melifluo que solo viven de las apariencias o que solo actúan con el firme objetivo de quedar bien con Dios y con el diablo. Toda esa baja autoestima se traduce en la inmensa falta de capacidad para resolver de manera pronta y efectiva los conflictos que hoy en día generan una seria división en nuestra sociedad.

Los egos desbordados de muchos impostores que han asumido las vocerías que nadie les ha dado, les impide enfriar sus calenturientos ánimos para lograr devolvernos la tranquilidad que todos exigimos para seguir luchando en el día a día. Su fortaleza solo la demuestran ante los interlocutores más débiles, porque ante los más poderosos, carecen de la fuerza que dan los argumentos. Han demostrado hasta la saciedad, que no están en capacidad de asumir el liderazgo que necesitamos para salir de este atolladero en el que nos metimos, por culpa de la negación constante de un descontento represado en lagunas de incredulidad, promesas incumplidas, compromisos traicionados, odios y frustraciones.

Por eso es por lo que en las mesas de diálogo y concertación, a una solución le surge otro reclamo. Así nunca vamos a llegar al final de esta pesadilla. En este estado de las cosas, hemos sido incapaces de llegar a acuerdos sobre lo fundamental como tanto lo pregonaba Álvaro Gómez Hurtado. Estamos en medio de una revoltura de ideologías, intereses particulares, solapadas ambiciones políticas y pescas en río revuelto. Aquí no se está dialogando con seriedad, solo se están midiendo constantemente el aceite los adversarios y la capacidad de resistencia que tiene la opinión pública. No sea que la nueva protesta que se nos venga, sea contra todo y contra todos, plantando de este modo la mala yerba de la anarquía, esa que una vez retoña es muy difícil de arrancar.

La institucionalidad se está perdiendo por la falta de carácter. La defensa del derecho ciudadano a la libre movilización, al acceso a los artículos de primera necesidad, al respeto por los bienes públicos y privados; se está diluyendo en un mar de retórica, en la desmedida manipulación de las redes sociales, en la intrincada telaraña de las falsas noticias y en la participación irresponsable de los “opinadores” nacionales e internacionales, a quienes estamos proveyendo de material, para que en medio de un macabro banquete, vuelvan pedazos una sociedad democrática, que pese a sus imperfecciones, nos ha costado sudor y lágrimas.

En este sainete no se entiende la falta de rigor y carácter de muchos de los llamados líderes de opinión, que en sus comentarios y columnas en medios de comunicación, atacan con ferocidad la acción de las autoridades para repeler las asonadas y al instante critican con acidez la falta de acción de esas mismas autoridades para frenar el accionar delincuencial de un puñado de anarquistas, que según un artículo de la Unidad Investigativa del periódico El Tiempo, publicado el 23 de mayo de 2021, ponen en los grafitis algunos códigos en los sitios que vandalizan, para que luego pase un “supervisor” del hampa que los contrata, y cuantifique el monto del pago que se les debe hacer por los daños causados. ¿Habrase visto una organización más sistemática para aprovecharse de los justos reclamos de una sociedad y camuflarse en la protesta social?

El médico austriaco Alfred W. Adler, fundador de la llamada Escuela de la Psicología Individual, decía que: “Los genios son admirados, los hombres con salud son envidiados, los hombres con poder son temidos; pero solo se confía en los hombres con carácter.”

Libardo Álvarez Lopera
Rector