Reflexiones desde Rectoría: No somos los demás de los demás

Se olvidan los gobiernos de turno que las instituciones universitarias de vocación técnica y tecnológica, soportan en buena parte la demanda de educación superior del país, entregándole al mercado laboral y al desarrollo social, profesionales formados en programas de pertinencia, altamente demandados y con excelentes niveles de desempeño. Mientras tanto una odiosa discriminación en la entrega de recursos, pone a estas instituciones en calzas prietas para funcionar como debería ser.

Pareciera que en nuestro país, existieran instituciones de educación superior públicas de primera, de segunda y hasta de tercera categoría, cuando es bien conocido que en todas se hacen ingentes esfuerzos por mantener la alta calidad académica, la investigación, la extensión y el desarrollo de nuevos programas. No se entiende por qué las universidades públicas mantienen el permanente auxilio del erario y las de vocación técnica y tecnológica deben estar pendientes de las migajas que sobran después de la dolorosa y discriminatoria repartición del presupuesto.

Pero a la hora de las exigencias para procesos de acreditación y todo tipo de trámites ante el gobierno, el rasero es el mismo para todas. No hay ninguna consideración hacia un sistema educativo que soporta la formación para el trabajo y que surte al aparato económico del país de mano de obra altamente calificada. La memoria selectiva de muchos, ignora que las IES (Instituciones de Educación Superior) tienen gran presencia en los territorios, garantizando la equidad y el acceso a la educación profesional, tecnológica y técnica, de los ciudadanos en su mayoría de menores recursos económicos, que viven alejados de las grandes urbes, donde las oportunidades son infinitamente mayores.

No tenemos por qué ser los últimos a los que tienen en cuenta a la hora de acceder a los recursos del estado, que si bien no son ilimitados, no pueden tener una privilegiada atención para unos, cuando todos asumimos trascendentales responsabilidades en la formación profesional de nuestras futuras generaciones. Que no se entienda esta posición como el llamado para que se les quite a unos para dar a otros. Que se comprenda más bien, que estamos haciendo una férrea defensa de la educación como un valor irrenunciable de la sociedad. Todos tenemos un rol importante que cumplir en el proceso de asimilar y aplicar conocimientos para el bien común y colectivo.

Es necesario entender de una vez por todas que la educación no es una opción sino una obligación, y que estará robustecida, siempre y cuando su campo de acción sea eficaz. Pero esa eficacia no se logra solo con buenas intenciones o con presupuestos pírricos que no aumentan en proporción con los nuevos retos. Unas y otras instituciones, están obligadas a tener altos estándares de calidad en sus docentes, en sus procesos, en su investigación, en el desarrollo de su infraestructura y en su funcionamiento. Por eso es tan necesario un trato equitativo en la asignación de recursos. Esta no puede ser una oferta educativa de instituciones boyantes y de instituciones mendicantes. Ambas han afrontado con decoro su responsabilidad social y merecen un trato justo y digno.

Ese peregrinaje incesante por los despachos oficiales, buscando que se aumenten los recursos económicos o se paguen a tiempo los que ya están comprometidos, desgasta el sistema educativo y desalienta todo esfuerzo. De igual manera los planes de desarrollo institucional se vuelven una colcha de retazos, tratando de tapar huecos provocados por la falta de flujo de caja. Esto no permite avanzar en los proyectos estratégicos, que son definitivos para el futuro de cada centro de formación superior.

Se avanza hoy en el Congreso de la República en el estudio de los artículos 86 y 87 de la ley 30 de 1992, que establecen la asignación de los recursos del Estado solo para las universidades. Después de 30 años, esperamos que se acerque el Congreso a la realidad de las demás instituciones, asignando los recursos como debe ser a estos centros de educación, que han aportado a solucionar en gran parte el problema laboral y de formación de miles de ciudadanos colombianos.

Nuestras instituciones universitarias no son las demás de las demás. Son parte del elenco de primera línea en el proceso de formación de nuestros jóvenes, que esperanzados en tener herramientas para un mejor futuro, acceden a nuestros diferentes programas, con la confianza de que les estamos ofreciendo calidad y pertinencia, para que sean hombres y mujeres útiles para la sociedad. Aristóteles decía que: “Solo una mente educada puede entender un pensamiento diferente al suyo sin necesidad de aceptarlo”. Nuestro país necesita profesionales de mente abierta y acción pronta.

Libardo Álvarez Lopera
Rector