Reflexiones desde Rectoría: Reinventarnos sin miedo a fracasar

Muchas veces he escuchado la frase que dice: “Vivir es reinventarse cada día sin miedo a fracasar en ello.” Observando la realidad de nuestro entorno socio-político, nos podemos dar cuenta que nos hemos acostumbrado a vivir de crisis en crisis, que convivimos con esas crisis, pero que poco avanzamos para superarlas definitivamente y poder darle un cambio a nuestra cotidianidad.

Llegó la hora de reinventarnos desde adentro hacia afuera. La situación que vivimos en nuestro entorno, no resiste más análisis. Estamos sobre diagnosticados, pero sin ninguna evolución para superar la parálisis general que ocasionan los problemas no resueltos. En el caso de la universidad pública, las fuentes de financiación se han venido secando paulatinamente, las políticas de desarrollo sostenible no se ven y las inversiones que garanticen equidad social para las regiones son exiguas.

Que panorama tan desolador cuando vemos que las decisiones judiciales por ejemplo, terminan por paralizar el progreso de las instituciones en general, en medio de una crisis aberrante de liderazgo. O cuando los fallos se filtran a los medios de comunicación para crear una zozobra nacional en medio de un circo donde cada payaso quiere brillar, sin tener en cuenta que lo que importa es el impacto de toda la función.

Ni qué hablar de la evolución de los acuerdos de paz, enfrascados en duras batallas que solo polarizan a la sociedad y caldean los ánimos, poniendo en peligro los avances en esa materia. La corrupción rampante no pasa de titulares que nos escandalizan en el momento y que de tanto repetirse terminan por volverse paisaje. Las crisis de las instituciones y de las ramas del poder público terminan en el olvido y no con las soluciones radicales y oportunas que demandan.

El sistema universitario del país continúa con sus esquemas tradicionales e inamovibles. Nos quedamos en los modelos del siglo 20, sin tener en cuenta que el mundo cambia a velocidades descomunales. Una justicia garantista y unos gremios que se amparan en esas mismas garantías para frenar la evolución de la educación, nos tienen flotando en una nebulosa que nos aleja de los altos estándares de competitividad con los que debemos formar a nuestros ciudadanos.

Le tenemos terror al cambio del modelo educativo, porque es más fácil vivir en la rutina y repetir una y otra vez los mismos conceptos pasados de moda e impracticables.

El filósofo alemán Hermann Keyserling, decía que la vida es un constante proceso, una continua transformación en el tiempo, un nacer, un morir y renacer. Nuestra sociedad va en contravía de la realidad, del progreso y del desarrollo. Nos hemos acostumbrado de manera perniciosa a disculpar nuestras propias y permanentes falencias. Acusamos, juzgamos, condenamos o absolvemos, basados en la percepción. Le permitimos a muchos medios de comunicación y a las redes sociales, que asuman la potestad de interpretarnos la realidad y finalmente terminamos por aceptar a ciegas sus orientaciones.

No tenemos el coraje de rehacer nuestras vidas y preferimos sentarnos a ver cómo el mundo pasa y nos deja las sobras de su evolución. Permitimos que aquellos a los que hemos graduado de líderes, entren y salgan de la escena sin aportarnos nada, mezclando sus intereses y problemas personales y acogiendo sus errores como si fuesen patrimonio nuestro.

La inconciencia de quiénes somos, la larga lista de frustraciones que cargamos a cuestas y los sueños efímeros que nos acompañan, son el pesado equipaje que no nos permite avanzar. El escritor y futurólogo neoyorkino Alvin Toffler, lo dice de una manera muy clara: “Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender.”

Libardo Álvarez Lopera
Rector