Reflexiones desde Rectoría: La verdad nos hará libres

La gran discusión que hoy ocupa a la ciudad, la región y el país, sobre la megaobra de Hidroituango, requiere de cordura, pero a la vez de contundencia, sobre las afirmaciones que de todo lado quieren intervenir en esta, que arriesga a convertirse en una de las rupturas sociales, económicas y políticas más graves de nuestra historia.

Como si se tratara de una guerra sin cuartel, los bandos se alinean, el pertrecho comienza a llenar las bodegas de las redes sociales, las declaraciones, las intrigas y los chismes aparecen en el escenario, para tratar cada uno a su manera de ganarse el favor de la ciudadanía y la benevolencia de la historia.

Como si se tratara de excavaciones arqueológicas, van apareciendo documentos, estudios y decisiones que no se conocían públicamente. Cada jugada magistral de ajedrecista reclama para sí victorias tempranas, sin que los organismos judiciales y de investigación den pista alguna sobre cómo va el rastreo de la información y qué acciones contundentes deben comenzar a tomarse para recuperar la confianza en una obra a la que se le atribuye la responsabilidad de generar 2.400 Mw que corresponden al 17 por ciento de la energía hidráulica del país.

Esta disputa no puede convertirse en una batalla interminable de egos y rencillas personales. La realidad sobre los errores cometidos en la construcción de la central hidroeléctrica más grande de Colombia debe aflorar; inicialmente para determinar responsabilidades, luego para recuperar los bienes públicos en riesgo y finalmente para concluir con todas las garantías, la construcción y puesta en funcionamiento de la misma.

No podemos permitir que toda esta discusión se diluya en escándalos mediáticos que finalmente no terminen en nada. Aquí todos los ciudadanos exigimos respuestas claras. Nadie se puede conformar con un sartal de chismes, que terminen por hacernos pagar a los contribuyentes los errores o las acciones arbitrarias de quienes tuvieron la responsabilidad de adelantar la monumental obra.

Todos anhelábamos que el 30 de noviembre de 2018, la primera de las ocho unidades generadoras de energía de Hidroituango comenzara a funcionar. Hoy casi dos años después seguimos a la expectativa de ese histórico acontecimiento. Pero también hoy seguimos esperando que alguien nos diga con plena certeza, si el oneroso retraso se debió a la indomable geología de la zona o a una cadena de decisiones equivocadas y sospechosos ahorros, cuyos réditos no se ven por ninguna parte.

Los ciudadanos necesitamos meridiana claridad sobre el estado de las cosas. Exigimos saber qué pasó y quién va a responder. No podemos ser convidados de piedra en un triste espectáculo donde cada mago de manera esporádica, saca de su sombrero un nuevo papel o una inédita grabación, que nos pone en el conocimiento de mucho y en la certeza de nada.

La academia, los ingenieros, los geólogos, los economistas, los gremios y todas las instancias de la sociedad en general, debemos asumir de manera responsable e independiente un papel proactivo en medio de este mar de declaraciones y micrófonos, en donde nada está quedando claro, y por el contrario, estamos al borde del surgimiento de una nueva polarización que nos enfermará más como sociedad.

Los centros de pensamiento, las unidades de investigación, los verdaderos líderes de opinión, deben activarse. Flaco favor nos hacen quienes pudiendo aportar a un análisis sereno y contundente de los hechos, solo asumen una posición pasiva e inocua, que no pasa de los rumores y los corrillos sociales.

De la anterior y de la actual junta de EPM, demandamos explicaciones claras a lo que se hizo, a lo que se dejó de hacer y a lo que se hará con Hidroituango. De los gobernantes y directivos que tuvieron en sus manos las decisiones más importantes, requerimos pruebas contundentes, claridad y argumentos en sus explicaciones. Y de la actual administración de Medellín y la alta dirección de EPM, esperamos liderazgo, capacidad de diálogo y carácter, para sacar adelante una obra que tiene que ser un orgullo para los antioqueños y no una vergüenza eterna para nuestra estirpe.

Libardo Álvarez Lopera
Rector