Reflexiones desde Rectoría: Me emociona pensar en un “POLI” volcado hacia las regiones

La gran conurbación que vive el Valle de Aburrá, donde diez grandes municipios se fusionaron para convertirse en una mega región, ha sido desde hace décadas un imán que atrae con ilusión a los habitantes de pueblos y veredas de todas las latitudes de Antioquia. La gran verdad, es que una vez absorbidos por esta selva de cemento, muy pocos consideran volver a su terruño y compartir sus experiencias y conocimientos para desatar procesos de desarrollo colectivo.

Muchos de los que cargados de maletas, trebejos y sueños, llegan a la gran ciudad, quedan atrapados en un modo de vida que les es ajeno y que poco les aporta para conseguir un mejor nivel de vida.

Y una vez más la educación entra a jugar un papel decisivo en la contención de nuestros hombres y mujeres del campo. La universidad pública en particular debe retomar su indelegable responsabilidad de buscar a estos ciudadanos en sus entornos, construir con ellos sus planes de vida y formarlos con pertinencia en las técnicas, tecnologías y profesiones que requieren para convertirse en polos de desarrollo y no en portadores de fracasos y frustraciones.

Por la falta de visión a largo plazo, retrocedimos dolorosamente en ese propósito. El “POLI” por ejemplo, hace casi 30 años, logró llegar con respuestas claras y contundentes a varias regiones de nuestro departamento. De la mano de alcaldes, líderes cívicos y educadores por vocación, nos establecimos en municipios estratégicamente ubicados para poder atender con nuestros programas la demanda de formación superior de los jóvenes de cada región. Y a fe que lo logramos con entusiasmo, efectividad y resultados.

Y de pronto todo se desmoronó. Las sedes comenzaron a cerrarse paulatinamente, los estudiantes sin más alternativas, tuvieron que decidir entre enrolarse en los grupos al margen de la ley, continuar en la misma y penosa rutina de siempre o aventurarse a viajar hasta Medellín, sin recursos y sin conocer a nadie, para poder tener una oportunidad de estudio.

Que error tan grande se cometió. Una vez más el centralismo asfixiante de la gran urbe se salió con la suya, le arrebató la esperanza a pueblos y familias enteras de tener en sus jóvenes a los protagonistas de su propio progreso. Muchos de los que ocuparon nuestras aulas, pupitres y laboratorios de práctica, terminaron empuñando un arma, un taco de billar o una copa de aguardiente.

Llegó la hora de resarcir tantas equivocaciones. Llegó el momento de que la universidad vuelva con todo a las regiones de Antioquia. El “POLI”, una vez más, será el abanderado de esta, que es una causa de justicia social. Muchos mandatarios locales y dirigentes están listos a recibirnos con nuestros programas. Nos ofrecen edificaciones, recursos y disposición para que retomemos el camino de la regionalización.

Hoy estamos con programas académicos y centros de prácticas de certificada calidad, en Medellín, Bello, Apartadó, Rionegro, Marinilla y San Jerónimo. Pero vamos con todo para el Suroeste, el Bajo Cauca, el Norte, el Nordeste, el Magdalena Medio y el Occidente. En la regionalización se enfocan ahora nuestras energías. Necesitamos del apoyo y la participación decidida de la Gobernación, las alcaldías, los educadores, el sector privado y los jóvenes, para hacer realidad este objetivo común.

Me emociona pensar en un “POLI” volcado hacia las regiones. Vamos al encuentro con nuestras gentes del campo, sin ninguna vacilación. Yo añoro que una educación renovada y pertinente, nos inspire a cantar de nuevo ese viejo bambuco del maestro Efraín Orozco: “De regreso a mi tierra volví a mis lares, cabalgando al lomo de mis lejanos recuerdos. Y al volver, otra vez, en mi mente quedó grabado el paisaje azul de mi edad primera...”

Libardo Álvarez Lopera
Rector