Reflexiones desde Rectoría: Las tormentas hacen a la gente más fuerte y nunca duran para siempre

Todos quisiéramos vivir como hace dos meses, disfrutando de la libertad de los espacios públicos, abrazando a nuestros seres queridos, compartiendo un fin de semana con los amigos, asistiendo a nuestros puestos de trabajo o a las aulas de clase. Desafortunadamente el coronavirus se expandió por el mundo a una velocidad que nadie imaginó, y hoy estamos confinados, viviendo una realidad que nadie había experimentado.

Quedan solo dos alternativas: adaptarnos y seguir adelante con los recursos disponibles, o paralizarnos y dedicarnos a ponerle trabas a todas las iniciativas que solo buscan soluciones efectivas a esta emergencia. Necesitamos mentes creativas y abiertas, dispuestas a enfrentar el reto y superarlo. Los críticos de oficio, las aves de mal agüero y los cizañeros por naturaleza, trabajan a la par con la pandemia, buscando destruir todo lo que se les atraviesa a su paso.

Se impone el reto de convertir la tecnología en nuestra gran aliada, porque solo las comunicaciones bien aprovechadas, nos permitirán estar más cerca a pesar de la distancia. El mundo globalizado e imparable, ha tenido que frenar en seco. Nuestra inmensa fragilidad y todas las falencias enmascaradas a lo largo del tiempo, han salido a flote.

En medio de esta crisis necesitamos de las energías nuevas de la juventud. Nuestros estudiantes llenos de ímpetu y con sus ideas en efervescencia, son fundamentales para que la sociedad salga a flote después de que pase esta tormenta. Igual nuestros docentes, hombres y mujeres llenos de valor, con grandes conocimientos y con una amplia visión de la vida, son los llamados a mostrarnos nuevos caminos en medio del pesimismo que nos invade. Alumnos y profesores son los llamados a hacer las grandes transformaciones del modelo educativo.

En estos momentos la virtualidad, con todas las limitaciones que se puedan tener para acceder a ella, es la herramienta más pertinente para afrontar la crisis y sacar adelante el semestre académico. Nos debemos dedicar a perfeccionarla. El mundo entero afronta las mismas dificultades. Hasta los países desarrollados han tenido que lidiar con la saturación de las redes, con la falta de conectividad y la falencia de equipos tecnológicos que permitan introducir a nuestros hogares, los medios para conectarnos con el mundo y poder seguir funcionando. Quizá es el único visitante que hoy en día podemos recibir en nuestras casas.

No se entiende cómo algunas personas que, desde hace varios años, no pueden vivir sin internet, sin un celular o un computador, sean hoy en día, en medio de esta crisis, las que se niegan a utilizar estos recursos para continuar con sus estudios, con sus cátedras o con su trabajo. Pueden comprar por internet, chatear por internet, mostrar su modo de vida por internet, enamorar por internet, ver series y películas por las redes, y se les hace muy difícil, casi imposible, trasladar sus labores a la virtualidad, entendiendo que es el medio más ágil en estos tiempos de caos.

Hoy nos obliga el consenso, la unión de voluntades, el amor sin límites por Colombia y su gente. Hay que escuchar las opiniones de los verdaderos expertos, para llegar a las mejores conclusiones. Si nadie estaba preparado para esta crisis de proporciones descomunales, mucho menos podemos creer, que alguien tiene en sus manos la fórmula mágica para salir de ella.

Invito a la reflexión constructiva, a la búsqueda incesante de alternativas creativas y a que no claudiquemos en el objetivo de ganarle tiempo al camino que hemos emprendido hacia nuestros sueños. Derrotemos nuestros miedos y enfrentemos con valentía cada reto que nos presenta la vida. Como nunca, hoy dependemos todos de todos. Los grandes cambios no se alcanzan haciendo siempre lo mismo.

El líder político y social norteamericano, Roy T. Bennett, decía: “Nunca pierdas la esperanza. Las tormentas hacen a la gente más fuerte… y nunca duran para siempre”.

Libardo Álvarez Lopera
Rector