Reflexiones desde Rectoría: Las Redes Sociales, una nueva hegemonía

Qué es verdad y qué es mentira, permanente dicotomía en la que la sociedad actual se debate, buscando erróneamente en las redes sociales las respuestas que necesita o las que obtiene de un prosumidor, que en cualquier parte del mundo produce y transmite información y a la vez se convierte en perceptor de mensajes que en fracciones de segundo le dan la vuelta al mundo.

Varios analistas de este fenómeno de la comunicación, manifiestan que en el mundo de las redes sociales, somos quienes quisiéramos ser. De esta manera, las redes sociales son un espejo en el que todos quieren reflejarse, siempre y cuando la imagen les sea favorable. Sutil dominio del pensamiento y del comportamiento de los seres humanos, el que tenemos hoy en día.

Los autoproclamados líderes de opinión, han encontrado en las redes sociales una fácil manera de “evangelizar”, de acuerdo con sus premeditadas maneras de ver el mundo. Los llamados fake news, transitan sin ningún control por todas las redes, sin que exista la más mínima intensión de la mayoría de sus usuarios, por confirmar las informaciones para retransmitirlas luego a todos sus contactos. Estamos en un peligroso juego de reciba y pase, que no tiene ningún interés de medir las consecuencias de lo que se masifica.

El peligro no son las redes en sí, el peligro está en la forma como se utilizan en un mundo convulsionado como en el que estamos. Los comentarios que incitan al odio, a la discriminación, a las aberrantes aventuras presentadas como retos, a las reacciones en masa contra algo o contra alguien, a los chismes que atentan contra la reputación de las personas; tienen como su principal objetivo a nuestros jóvenes, a quienes todo tipo de inescrupulosos pretenden reclutar, para luego manipularlos a su antojo.

Daniel Marote, uno de los mayores expertos en consultoría en experiencias y comportamientos del consumidor en Europa, afirma que: “el problema de la distorsión que se crea en las redes sociales, es que se está generando una enorme frustración. Un reciente informe de la Real Sociedad para la Salud Pública del Reino Unido revela que los usuarios tienden a angustiarse al compararse con quienes aparecen en estas plataformas en situaciones y contextos placenteros.”

Cuán proclives a estas frustraciones son nuestros jóvenes, quienes se ven obligados a contrastar la realidad de su entorno, con las fantasías que desde las redes sociales se les presentan, como alternativa indeclinable de vida. Desde la academia tenemos un enorme reto, otro más en nuestro trascendental papel. Ahora no solo se impone la formación de nuestros universitarios en las disciplinas específicas del conocimiento, sino que debemos caminar, ojalá más adelante que las nuevas realidades de la sociedad de la información, para que con carácter y decisión, tengan el criterio para enfrentar esta “ciberselva” en la que les ha tocado vivir.

Los brotes de inconformismo de nuestros jóvenes, expresados al interior de las instituciones y en las calles de nuestras ciudades, son lícitos, hasta cuando aparecen agitadores profesionales, que la mayoría de las veces desde las redes sociales, tergiversan el propósito, alteran la tranquilidad ciudadana y atentan contra el patrimonio público y particular. Las redes son para ellos, trincheras desde donde, como directores de orquesta, hacen sonar a su antojo los instrumentos de su destemplada sinfonía.

Estudios recientes sobre el fenómeno de las redes, aseguran que demasiados medios sociales conducen a la desconexión y a la soledad. Preocupante conclusión que se hace visible con el comportamiento de muchos de nuestros jóvenes, que solitarios navegan por el mundo sin rumbo fijo. Ahí, en ese momento preciso, tenemos que estar las familias, los educadores, los verdaderos líderes de opinión y los inspiradores de sueños constructivos, para darles nuevos ojos con qué mirar la realidad que los circunda.

Las apariencias en las redes sociales están ligadas a una necesidad inherente de aprobación social. Muchos buscan ser aceptados y reforzados por los demás. Un ingrediente nuevo para hacer de ellas, una red de mentiras verdaderas o de verdades mentirosas. “Amistad no son 600 amigos en Facebook, amistad son 5 que se quedaron contigo el día en que no estabas bien”.

Libardo Álvarez Lopera
Rector