Reflexiones desde Rectoría: El valor de la verdad como principio de vida

“La verdad es lo que es y sigue siendo verdad aunque se piense al revés”, sabia frase del poeta español Antonio Machado, para defender la verdad como bien supremo del ser humano, como única garantía de abordar el camino de la realidad sin esguinces, como modo de vida para permitirnos mirar a los ojos a los demás, sin que la vergüenza se apodere de nuestra conciencia.

El respeto a la justicia que actúa para defender el orden sustentado en la verdad, no puede ser mancillado con presiones gremiales, que se aprovechan de los aportes de los trabajadores para privilegiar una minoría llena de odios y complejos. Esos mismos son los que con campañas en redes sociales y medios de comunicación influenciados por todo tipo de prebendas e inspirados en la sevicia y la maldad, tratan de acabar con la honra y el buen nombre de los que gradúan como enemigos.

La verdadera justicia no desconoce el derecho que todo ciudadano tiene a su libre defensa, a la presunción de inocencia y al debido proceso. Solo en mentes ilegales cabe el irrespeto al ordenamiento jurídico, materializado en la filtración de la información sometida a la reserva de los procesos, generando una indebida utilización de las decisiones procesales para presionar a los administradores de justicia, o para generar temor y zozobra en las personas implicadas en las investigaciones.

Nada más inmoral que anunciar en las redes sociales y posando de víctimas, calificaciones o sanciones no determinadas por la justicia. Eso es una negación descarada de los derechos de los demás y tiende a convertirse en un delito más abominable que el que se investiga.

El liderazgo de las causas sociales y de las reivindicaciones de las grandes mayorías, no puede seguir en manos de quienes amparados en intereses personales y peligrosas ambiciones de poder, siguen esquilmando a sus asociados con altas cuotas de sustentación. A quienes dicen representar, los alimentan y alientan con mentiras que de tanto repetir, las terminan convirtiendo en verdades eternas e incontrovertibles.

En los últimos años todas las realidades parecen habernos desbordado. A los embates de la vida, hemos tenido que sumarle las malas intenciones de algunas personas que han hecho de la maldad su mayor cualidad. Es hora de deponer la agresividad y la intransigencia. Traigo a colación apartes de un escrito que me llegó en los últimos días: “Nunca nos pasó tanto en tan poco tiempo y aquí estamos. Somos sobrevivientes de un tiempo que nos estalló en la cara. Es diciembre y tenemos derecho a emocionarnos. A llorar, a abrazarnos en silencio por tantos abrazos que no nos pudimos dar, a besarnos con el alma, a acariciarnos con las miradas.”

Hoy más que nunca sabemos lo que el tiempo vale, como para dilapidarlo en rencores infructuosos. La sabiduría popular dice que guardar rencor es como agarrar un carbón en brasa, donde el único que se quema eres tú. Hay que seguir trabajando con la conciencia limpia, porque lo único que afana la incertidumbre es la duda de haber hecho las cosas bien.

La nueva realidad nos necesita unidos para seguir avanzando y para amar la vida más que nunca. Solos o divididos no alcanzaremos la fortaleza necesaria para superar los retos que a diario se nos atraviesan en nuestro camino. Se impone el diálogo sincero y la verdad como combustible de toda relación humana. Un proverbio chino dice que: “Si caminas solo, iras más rápido; si caminas acompañado, llegarás más lejos.

Libardo Álvarez Lopera
Rector