Reflexiones desde Rectoría: El chisme muere cuando llega a oídos de una persona inteligente

Hablar de frente y sin rodeos debería ser una norma de comportamiento de la gente. Las soterradas maneras de imponer las ideas propias, no pueden hacerse a mansalva y sobre seguro, para luego negar una y otra vez la responsabilidad sobre los daños causados a los demás. Cuando no se está de acuerdo con una causa, el debate debe hacerse con altura y argumentos y finalmente lo que se debe imponer es la razón y la conveniencia colectiva.

Cada vez se está recurriendo más a la burda costumbre de utilizar el rumor y la manipulación de las instancias sociales y jurídicas, para generar el caos y sacar réditos de sus efectos. Se volvió moda involucrar en la controversia dañina, a actores que nada tienen que ver con ella, pero que con su sola presencia generan zozobra, ruido y notoriedad, que es lo que busca la contraparte.

Estas acciones traicioneras, propias de politiqueros y manipuladores, terminan haciéndole daños irreparables a las instituciones, sin que nadie tenga el valor de reconocer luego su responsabilidad en el encausamiento de opiniones generalizadas, que de tanto repetirse se convierten en verdades eternas.

Nuestra sociedad se ha acostumbrado peligrosamente a nutrirse del chisme, a tomar las más trascendentales decisiones prescindiendo de la verdad y dándole campo a la perturbada imaginación de quienes solo buscan hacer el mal o tener miserables argumentos en medio del diálogo social. La verdad cada vez está más extraviada, se va perdiendo por los rincones oscuros que fabrican los chismes. La mayoría de las veces nos quedamos con la versión que construye el chismoso y relegamos la certeza al olvido.

Estamos destruyendo con sevicia las obras humanas a través del chisme. Y como bien sabemos, a la sevicia, nada la sacia. Poco a poco estamos logrando que esta sociedad sea cada vez más inviable, descalificando o tergiversando la realidad, con la más peligrosa intensión de dominar la percepción de los demás.

Varias de las grandes movilizaciones sociales se soportan en rumores, todo parece hundirse en un mar de chismes, donde es más efectivo abrazar una causa mentirosa, que enarbolar las banderas de la realidad, así estas sean contrarias a nuestra forma de pensar y proceder.

La sabiduría popular dice que con los chismes uno se entera de cosas, que ni uno mismo sabía que había hecho. El chisme va creando una vida paralela, que si no se frena a tiempo, termina convirtiéndose en una verdad absoluta, que no tiene origen, ni autor, pero si muchos legitimadores.

La investigación seria y responsable ha sido desplazada en buena medida por el chisme, que al fin y al cabo es más expedito y pareciera concitar más interés. Los grandes escándalos en los que continuamente se ve enfrascado este país, terminan siendo comidilla de los medios y de las personas durante unos cuantos días y luego se desvanecen en el olvido, dejando un rastro de daños irreparables en el buen nombre de las personas. Terminamos por no enterarnos nunca de la verdad, y como en la canción de Sandro, “…al final, la vida sigue igual.”

El chisme se convirtió en la estrategia por excelencia de la mediocridad de muchos funcionarios públicos y privados para lanzar espesas cortinas de humo, que terminan desvaneciéndose por su falta de rigor y contundencia. Ellos no pueden correr el riesgo de que se sepa la verdad con todas sus consecuencias.

Recordemos que no todos repiten los chismes que oyen. Algunos los mejoran. Charles Spurgeon, un líder Bautista Inglés, sostenía que el chisme emite un veneno triple, porque hiere al que lo dice, al que lo escucha, y a la persona que lo padece.

Libardo Álvarez Lopera
Rector