Reflexiones desde Rectoría: Corruptos y corruptores, todos envueltos en la misma maraña

Si existen corruptos, es porque hay corruptores. Y unos y otros son un lastre para la sociedad, una vergüenza para quienes depositaron en ellos toda la confianza. Seguramente fueron educados en las mejores academias y probablemente formados en valores en el seno de familias muy distinguidas.

Si bien los bienes públicos son sagrados y por eso indigna tanto cuando se los roban, las acciones ilegales de quienes trabajan para el sector privado, son igualmente repudiables. Como en el relato de Lope de Vega, “Todos a una como en Fuenteovejuna”, se unió la corruptela de nuestro país para tratar de esquilmar hasta el último centavo del erario y el patrimonio de millones de ciudadanos, que desde que despunta el sol hasta el ocaso, buscamos afanosamente los medios que nos prodiguen dignidad para vivir.

A todos los alumnos del “POLI” les reitero de manera constante la obligación que tienen de retribuirle a la sociedad sus conocimientos, apoyados en un auténtico liderazgo. Ellos saben que fueron formados con solidez conceptual y unos principios morales inquebrantables. Son conscientes de que una vez tomen las riendas de las empresas e instituciones públicas o privadas, deberán llevarlas con ética a las mejores posiciones.

Esa dicotomía enfermiza que se ha expandido a lo largo del tiempo para hacernos creer que los malos están agazapados en el sector público y los buenos moran en el privado, se ha convertido en una venda para impedirnos ver la realidad. El hampón merodea por todas partes, es oportunista y rastrero. No tiene consideración alguna. No olvidemos que el ratón se come su queso y después va por el del vecino.

Muchos funcionarios públicos se han aprovechado de la confianza ciudadana para saquear al Estado. Amañan los contratos, reparten y reciben coimas, trafican influencias, compran y venden decisiones, etc… ¿Pero con quiénes hacen sus oscuras transacciones? Con otros deshonestos iguales o peores, que al otro lado del escenario esperan ávidos sus sucias ganancias para luego pavonearse por las altas esferas sociales, presumiendo de sus lujos mal habidos y buscando la forma de apoyar nuevos dirigentes públicos que sigan perpetuando el carrusel de la ignominia.

Pero no contentos con meterle sus sucias manos a los dineros públicos, también se enfilan a esculcarle los bolsillos al ciudadano de a pie, creando unas tenebrosas alianzas para manejar a su antojo los precios al consumidor final de productos de primera necesidad. Grandes empresarios, que se presentan como adalides de la honestidad y las buenas prácticas, no tienen ningún escrúpulo para crear carteles del arroz, la papa, el cemento, los cuadernos y hasta del papel higiénico. ¿Habrase visto una realidad más perturbadora que la que hemos vivido por décadas en Colombia?

Quienes tanto han criticado a la dirigencia pública del país a lo largo del tiempo, terminaron siendo aventajados alumnos. Sus encopetados títulos y los prestigiosos centros de educación superior por los que pasaron, solo son mamparas para ocultar sus verdaderas intenciones. No han honrado a nadie, solo han llenado de desconfianza y desprecio a la sociedad. Y una sociedad en la que todos somos sospechosos, se convierte en una sociedad inviable.

Estos pésimos ejemplos de vida para las presentes y futuras generaciones, nos convirtieron en una especie de monarquía absoluta, donde de manera absurda se heredan los cargos públicos y privados, los contratos, las influencias y finalmente el dominio de la voluntad de todos. Este contubernio, envuelto en una maraña de intrigas y mentiras, es en gran medida el culpable de las sucesivas crisis a las que nos hemos visto enfrentados los ciudadanos, quienes presenciamos impávidos el derrumbe de muchas instituciones.

La arrogancia de los que creen tener el poder supremo sobre los demás, ha superado límites inimaginables. Su menosprecio por la sociedad, tarde que temprano termina pasándoles su factura de cobro. “El orgullo es el único veneno que te puede intoxicar, si no te lo tragas.”

LIBARDO ÁLVAREZ LOPERA
Rector