Reflexiones desde Rectoría: Estamos todos en la misma barca

S. S. Papa Francisco.

El pasado viernes 27 de marzo el Papa Francisco, de una manera extraordinaria, impartió desde el atrio de la Basílica de San Pedro y ante una solitaria plaza, su bendición Urbi et Orbi. Con el tañer de las campanas el Sumo Pontífice levantaba la custodia y con ella replicaba una y otra vez la señal de la Cruz. Sin importar el credo, el mundo se vio conmovido por las palabras estremecedoras, pero a la vez llenas de esperanza, de un líder religioso que invocando a Dios, rogaba para que todos salgamos bien librados de esta pandemia del COVID-19 que nos acosa y que no da tregua.

Para quienes ya están infectados o para aquellos que su alma ya viaja a la eternidad, el Santo Padre elevó sus oraciones, llenas de un inmenso apego por la fe y por la vida. No faltaron sus palabras de aliento para las personas que tienen que ir al frente de esta guerra contra un enemigo misterioso, que nos asecha día y noche. Habló con especial afecto por el personal médico y por todos los trabajadores que tratan de mantener en pie las mínimas condiciones de vida de la sociedad. Muchos de ellos lo hacen con decisión, amor y valentía.

Estas palabras del líder de más de mil 300 millones de personas en el mundo, deberían servir también para hacernos reflexionar en nuestro entorno inmediato. Cuántos hay dedicando su tiempo a poner palos en la rueda, a criticar todo y a no aportar nada, a esparcir como veneno noticias falsas y burlas grotescas sobre la situación que padecemos, como si se tratara de un emotivo juego de roles.

Querámoslo o no el mundo a partir de esta pandemia será otro. Muchos científicos sostienen que hay que reconocer que la dispersión del virus no se puede detener y tendremos que convivir con él. A partir de ahora, los reencuentros entre personas no serán iguales, siempre prevalecerá un distanciamiento social. Tendremos limitaciones para desplazarnos como lo hacíamos hasta antes de la llegada del virus, habrá nuevas prácticas con respecto a la higiene y el aseo personal, el teletrabajo definitivamente se impondrá y un mundo mucho más digital será una realidad en nuestras vidas.

Seguramente valoraremos más a nuestros seres cercanos y a nuestra casa, que ahora si será un verdadero refugio. Las adquisiciones innecesarias o lujosas, serán reemplazadas por compra de más alimentos, de productos de salud y de servicios en línea de educación y entretenimiento.

“Estamos todos en la misma barca”. Si no remamos juntos, si no deponemos odios y prevenciones, esta pandemia habrá logrado doblegarnos. El Papa lo dijo claramente, “nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa, que nos ha hecho reconocer lo frágiles que somos. Todos necesitamos confortarnos mutuamente y no seguir cada uno por su cuenta.” Eso nos lo demuestra esta cuarentena obligatoria, que significa ni más ni menos, que resguardándonos, estamos trabajando juntos para salir de estas aguas turbulentas.

Nuestra cotidianidad ha sido alterada. Es el momento de hacer acopio de toda la creatividad posible para lograr comunicarnos mejor, para mantener la productividad en nuestras actividades y para soportar la dinámica de una vida que debe continuar. Qué bueno sería que tanto talento desperdiciado en mensajes superfluos echados a circular por las redes sociales, que tanta crítica destructiva generada desde el facilismo y la pereza incontenible de algunos, se revirtiera en fuerza y decisión para salir de esta tormenta que se precipita contra todos nosotros.

El Papa Francisco en sus palabras, antes de la Bendición a la Ciudad y el Mundo, conmueve hasta lo más profundo del corazón con reflexiones como esta: “Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa bendita pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos.”

Que se inunde de gratitud esta barca en la que vamos todos. Gratitud desbordada por la vida, por las oportunidades, por los seres queridos, porque renazca una nueva forma de ver el mundo. Que cuando despertemos de este mal sueño, que muy pocos sigan haciendo de la ingratitud su forma de vida. Porque agradecer es la puerta grande de la alegría y el toque único que atrae la abundancia.

Libardo Álvarez Lopera
Rector