Reflexiones desde Rectoría: Un llamado a una solidaridad sin límites

En estos momentos de crisis y de angustia colectiva, inéditos en nuestra historia, quiero hacer un llamado de atención desde el fondo de mi corazón, para que todos aportemos algo de lo que somos y de lo que tenemos, como una muestra inequívoca de solidaridad efectiva y racional. Cuando dos o más personas se unen y colaboran mutuamente para conseguir un fin común, se habla de solidaridad.

Muchas personas a las que nada les sobra, están dispuestas a darlo todo. Esperamos que otras que todo lo tienen, muestren su desbordado propósito de sacrificio y mantengan los puestos de trabajo, las oportunidades que ofrecían antes de esta crisis y su ayuda amplia, para que los más vulnerables no se consuman en el desespero por la falta de alimento o por el acoso de las deudas. Nadie se imaginaba en qué iba a parar esta emergencia que vive el mundo entero a causa de la pandemia del Coronavirus, mucho menos estábamos preparados para que en cuestión de horas, tomáramos decisiones perfectas.

La solidaridad también exige liderazgo en el entorno inmediato de cada persona. Con respeto y contundencia debemos convencer con el ejemplo a aquellos que en medio de su indisciplina y falta de sentido común, no acatan las normas de emergencia que se están trazando desde los gobiernos nacional, departamental y municipal.

No es el momento para que afloren los resentimientos sociales, buscando señalar con el dedo acusador a quienes a nuestro juicio se están aprovechando de esta crisis. Hoy necesitamos de la solidaridad de los servidores y las entidades públicas, de la empresa privada, de los gremios sociales, profesionales, laborales, de las ONG’s, en fin, de todos y cada uno de los colombianos conscientes de su papel trascendental en este momento en el que nos ha puesto la vida.

Es hora de dejar a un lado los ataques personales y las diferencias cotidianas. Da dolor de patria, escuchar y leer a supuestos voceros de estamentos sociales, que en vez de orientar a sus representados, se dedican a destilar veneno por las redes sociales, acomodando sus mentiras para justificar su odio por todo lo que se llame libertad y orden. Su mente corta y su corazón arrugado por el rencor, solo los deja pensar en sus intereses egoístas y mezquinos.

Me duelen en el alma las críticas despiadadas a las personas encargadas de tomar las decisiones más trascendentales en estos momentos. Presidente, gobernador y alcaldes, están poniendo absolutamente todas sus energías para controlar la expansión de un virus que sigue cobrando vidas en todos los continentes. Aquí no se están tomando medidas cotidianas, esto es una contingencia que nos obliga actuar a todos.

Este es el tiempo de la generosidad, de pensar en las necesidades más sentidas de los demás. Congracia con la vida, ver el espíritu altruista de muchas personas y empresas que comienzan a reunir víveres y dinero para extenderle la mano a quienes se sienten solos, y abandonados. Muy elocuentes los aplausos desde los edificios a la labor del personal médico de nuestro país, se merecen ese y todos los reconocimientos posibles. Ahora la mirada piadosa es hacia quienes tienen que cumplir una cuarentena obligatoria sin comida y sin esperanzas.

Vivimos un coctel de dificultades globales: la pandemia del Coronavirus, la caída de todas las economías y la mala calidad del aire en las principales ciudades de Colombia. No es fácil asimilar todos esos problemas juntos, pero solo con la solidaridad y el gran sentido de resiliencia que hemos demostrado a lo largo de la historia, será posible que una vez se calme la tormenta, nos reencontremos en un abrazo eterno.

El padre de la medicina moderna y filósofo persa, Ibn Sina, formuló hace casi mil años una de sus mejores recetas para la vida y para el desasosiego que en esta época nos embarga: “La imaginación es la mitad de la enfermedad; la tranquilidad es la mitad del remedio; y la paciencia es el comienzo de la cura.”

Libardo Álvarez Lopera
Rector